Cuando José entró en la sala donde se le iba a hacer justicia, un poste grueso advertía al reo del cómo, y junto al poste, los hierros del garrote vil. El verdugo, con la frialdad de un profesional curtido, dijo a los carceleros: “Siéntenlo ahí y que no se mueva”. El cura, erguido cerca del […]