Los últimos días en Kyoto fueron una auténtica paliza ciclista. Creo que es imposible aprovechar más el tiempo. Como ya comenté, es imposible ver todos los templos de la ciudad, así que hay que organizarse bien para ver los más importantes y los que mas te puedan gustar.
Una jornada muy interesante puede consistir en visitar el bosque de bambú de Arashiyama y luego volver a Kyoto y ver uno de los templos más especiales que vimos en la ciudad, el Fushimi Inari
Para llegar a Arashiyama hay que coger un trenecillo hasta esa localidad y luego caminar (poco). Hay mucho ambiente por la calle, puestos de comida y artesanía, vendedores y conductores de tuctuc que si no te apetece caminar, te acercan hasta el bosque.
Es bonito, pero, sinceramete, si vas ajustado de tiempo, es una de las visitas que puedes dejar.
Lo que no puedes dejar de ver es el Fushimi Inari. Un sendero recorre 4 kilómetros de torii rojos bajos los cuales vas subiendo por la montaña. Está algo alejado y con bici es un poco lioso llegar, pero da igual. Hay que ir sí o sí. Era uno de los templos que más ilusión me hacía ver, por ser completamente diferente al resto. Y no me decepcionó ni un poco. Poco a poco vas subiendo sin ver otra cosa que no sea torii rojas y pensando en que puede que no tengan fin.
Otro de los lugares que visitamos durante los dos últimos días fue el Palacio Imperial:
Las noches de Kyoto te reservan grandes sorpresas, como encontrarte a geishas saliendo de su última actuación en un teatro. Son esquivas y vergonzosas, pero si hay suerte…
Es fácil verlas si sabes dónde y cuándo tienen una actuación y las esperas a la salida, aunque evitan con mucho disimulo que les hagas fotos. La verdad es que desprenden un misterio y un magnetismo indescriptibles.
El último día, antes de coger el avión de vuelta, teníamos algunas horas libres, así que reservamos para nuestra despedida el Pabellón Dorado.
Es uno de los símbolos de la ciudad e impresiona muchísimo, pero lo puedes ver en media hora o menos ya que no hay mucho que recorrer. Al ser uno de los principales puntos de interés está casi siempre lleno, así que es mejor ir a primera hora. Aún así, perderás un buen rato intentando conseguir una foto del templo sin turistas que la estropeen.
Con este templo nos despedimos con muchísima pena de Japón. Todavía me guardo un post dedicado a la comida japonesa, pero en conclusión, Japón es una auténtica maravilla en todos los sentidos (y para los sentidos) y es un destino que puede adaptarse a los gustos de muchos tipos de viajeros. Además de sorprendente y emocionante, es un país cómodo, sus gentes son encantadoras, no es excesivamente caro, todo funciona a la perfección. ¿Qué mas se puede pedir?