Rioja toca a rebato. Suena la corneta. En unos días se quiere acabar con un mal de muchos años. Del blanco al negro sin pasar por el gris. No es extraño que más de uno ande descolocado.
Acostumbrados a coger muchos kilos, algunos, y a poner el precio que quieren y pagar cuando les da la gana, algunos, Rioja vive en una situación tan compleja que para más de uno resulta difícil de entender el éxito de esta denominación. Ahora, de repente, se hacen contratos entre bodegueros y productores y, para alterar los nervios, se pretende que el comprador pague en 30 días. Un cuento de hadas.
Si la uva es un producto perecedero o no es interpretativo. Lo que no es interpretativo es la calidad, el precio y el pago. Así que yo creo que lo mejor es hablar y llegar a acuerdos ahora que hay unas bases sobre las que se pueden iniciar la negociación.
Sinceramente, creo que no es obligatorio pagar en 30 días. Si se puede, mejor, claro. Pero había quien no pagaba en dos o tres años. O no pagaba. De todo hay. Cualquier viticultor que entregue la uva con precio (milagro) y liquide el cobro en un plazo de 120-150 días estará encantado de firmar compromisos a 1 euro el kilo. Un poco de cordura, que la vendimia hace aflorar los nervios.