Rioja ya cuenta con su primer vino blanco Verdejo  amparado por la DOCa. Lo ha sacado al mercado Viñedos y Bodegas de Santiago (Baños de Ebro). Seguramente le sigan más firmas.

La noticia me genera diferentes sensaciones. Por un lado entiendo que las bodegas riojanas no se anclen al chovinismo que les impida abrir nuevos mercados. Pero por otro, no me gusta. Y no me gusta porque Rioja no debe copiar a nadie. Y no me gusta porque Rioja tiene unas variedades blancas autóctonas que son magníficas. Y no me gusta porque el último reparto de hectáreas de uva blanca (casi 2.000) ha caído en el saco de la producción que garantiza la Viura y variedades como Tempranillo o Garnacha han quedado minimizadas porque ofrecen menos rendimiento en peso y en euros. No me gusta renunciar a la personalidad. Pinot, en Borgoña o Champagne; Cabernet, en Burdeos; Sangiovese, Toscana; Tempranillo, Rioja; Verdejo, Rueda. La vid es tan sabia que hace famosa a una región y no pasa de réplica en otra. Aunque sus vinos sean buenos. Señores, Rioja es única. Este pensamiento, no obstante, no significa reconocer el carácter emprendedor de esta bodega. El error es de quien da luz verde. Decía Michel Rolland que es capaz de hacer vino en la luna. Yo no quiero su homogeneización, sino la diferenciación de calidad. Y ese vino se debería haber presentado en la sede del Consejo y no en una sociedad gastronómica de Vitoria. No se enteran.

El vino. Cerro Añón Graciano 2010. Bodegas Olarra. Logroño. 13.5 %Vol. Corporal, suave en boca y con aires golosos. Iruña. 14.50€/botella