Hubo un tiempo que recordarán los logroñeses más veteranos donde el sol no se ponía en los bares del Espolón. Quiere decirse, hipérbole mediante, que la gavilla de negocios hosteleros arracimados
alrededor de la céntrica plaza permitía a un hipotético cliente no abandonar ese entorno y regalarse unas cuantas visitas a sus locales predilectos sin dejar de pisar las mismas baldosas. No hacía falta peregrinar a la cercana San Juan ni a la vecina Laurel: el Espolón se bastaba para satisfacer las necesidades de los logroñeses incondicionales de la ronda eterna.
Fueron los años del Ringo o el Aéreo Club, a los que siguieron los del inolvidable pub Duque; los años de Las Cañas, por supuesto, cuyo vacío ocupa ahora Wine Fandango. Y, desde luego, los años del Ibiza, inmemorial faro, guía y brújula para varias promociones de logroñeses. Que encontraban en el bar ahora recuperado el lugar donde quedar para esto o aquello: para las gestiones bancarias, el itinerario por la Plaza de Abastos o la línea de salida en su ruta hacia el vermú que invitaba a recorrer los bares aledaños. El Ibiza, sí: el Ibiza, el imaginario puerto de mar de que dispuso Logroño, que hoy reabre sus puertas para su enésima reinvención luego de una profunda transformación tras año y medio clausurado. Prevalece sin embargo su espíritu, su alma tan vinculada al corazón de la ciudad.
Que algo tiene que ver con su condición camaleónica. Porque el Ibiza jugó sus cartas con buena fortuna cuando decidió convertirse en uno de sus bares donde hay que estar. Para ver y para ser visto. Bajo esa misma filosofía reanuda este lunes su actividad, como explica David Houngbeme, portavoz del grupo empresarial que se hizo con la propiedad del local cuando sus anteriores gestores concluyeron su andadura. Se trata, por lo tanto, de reconvertir el Ibiza en lo que fue toda su vida: un café abierto siempre. O casi. Ese bar que nunca cerraba. O casi. Madrugador para el desayuno, operativo durante la mañana para el cafelito o el tentempié reparador, también funcionando para el aperitivo. Así se recuerda al Ibiza, a toda máquina también por la tarde y la noche, y así les gustaría a sus flamantes dueños que siguieran conociéndolo las nuevas generaciones de logroñeses a quienes tal vez nada les diga el viejo local. Cuando se hizo célebre por su terraza exterior y sus veladores del interior, limpiabotas incluido.
P. D. Hasta aquí el artículo publicado este lunes en Diario LA RIOJA, en vísperas de que se obrara el prodigio: en efecto, el Ibiza ha vuelto. Aunque hasta mañana no empezará a funcionar para gozo de sus incondicionales, este mediodía ha ofrecido un anticipo de lo que espera. Estupendo servicio, inmejorable imagen, un espacio confortable… Sólo le falta lo que ansían todos los negocios: llenarse de clientes. No creo que falten: el nuevo Ibiza, el Ibiza de siempre, lo tiene todo para triunfar. Y de paso completa una estupenda fachada de Logroño para deleite de indígenas y forasteros amigos de los bares.