Bilbao en sus bares | Logroño en sus bares - Blogs larioja.com >

Blogs

Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Bilbao en sus bares

El Iruña de Bilbao

La primera vez que entré en el Iruña de Bilbao (en la imagen, foto de El Correo) fue en el verano del 82, suceso que sigo sin olvidar. En honor a esa epifanía, procuro volver sobre mis pasos cada vez que visito el Bocho, lo cual hago con cierta frecuencia, incluso desde antes del Guggenheim. ¿Por qué me deslumbró? Bueno, cualquier cliente del popular café puede responder conmigo: porque el Iruña emana clase, estilo, distinción. Puro Bilbao, por lo tanto. La bella caligrafía de sus paredes tamizadas de cerámica, el laberíntico espacio que ocupa, rico en rincones ocultos a la primera mirada, su doble y elegante barra, que incluye un altillo en desuso donde el día de mi bautismo como parroquiano actuaba un trío de jazz, allí izado no sé cómo.

Curiosamente, el batería era un libanés a quien había tratado cuando manejaba las baquetas en un local logroñés ya difunto, alojado en el subsuelo de avenida de Portugal. Esa coincidencia acentuó mi amor por el Iruña, cuyos camareros me han despachado siempre con profesionalidad extrema, ese tipo de atención hacia el cliente fría y eficaz, sin grandes confianzas, de la que soy muy fan. Aún más lo soy del bar a la hora del vermú, que goza de un encanto imbatible sobre todo si la ciudad se desmiente a sí misma y en consecuencia luce el sol: el público invade entonces no sólo el interior sino la acera con vistas a los jardines de Albia, recoleto rincón bilbaíno que ni siquiera la severa sede del PNV logra afear.

Alguna vez tropecé con sus puertas cerradas porque tocaba descanso semanal. La dirección del bar compensaba mi decepción invitándome a acudir a su hermano pequeño, La Granja, en la vecina plaza Circular (antes llamada España), donde uno se encontraba un ambiente similar: hermoso maderamen, atención esmerada, clientela con ese punto tan british como sólo he visto en Bilbao en mis paseos por España (hoy llamada el Estado). Ambos locales, Iruña y La Granja, compartían propiedad con otro local fetén, el Bulevar anclado al otro lado de la ría. Garito también pródigo en atractivos, que completaba la triada feliz de mis paseos por el Bilbao hostelero, donde tengo puestas todas mis complacencias porque vengo observando que se honra desde antaño el feliz diálogo que algunos reivindicamos con nuestros bares favoritos, convencidos de que ese vínculo refuerza no tanto nuestra condición de consumidores como la de ciudadanos.

De modo que si hoy este blog vuelve a ignorar su titulo y viaja fuera de Logroño es para homenajear a una de mis ciudades favoritas, que tiene entronizados a sus bares mediante una tipología común que los hermana y sus clientes agradecemos: cuando ingresamos en alguno de ellos, una voz interior nos dice que en efecto ese bar es bilbaíno. Que ese bar sólo puede pertenecer a la misma ciudad que acoge a San Mamés, el puente de Deusto y el funicular de Archanda. ¿Qué los hace distintos? Ya se ha citado: sobre todo, clase. Mucha clase. Señorío. Profesionales de los de antes, barras con deslumbrante oferta gastronómica, clientela muy adicta al Rioja… Ese tipo de parroquia que sabe que como fuera de casa, en ningún sitio se está como en un bar, lo cual se refleja a toda hora aunque a uno le llama especialmente la atención que Bilbao siga siendo tan adicta al aperitivo, rito que se ejerce como a mí me gusta: en su versión larga. Es decir, estirándolo hasta las ocho de la tarde, trago arriba, trago abajo. Así que larga vida al Iruña, a La Granja y al Bulevar. Larga vida a las rondas por Pozas antes y después de que juegue el Athletic, larga vida al Colavidas, los bares de las Siete Calles y el Moyua, antaño Villa de Bilbao. Y larguísima vida a mi favorito, el coqueto bar que alberga el Frontón Deportivo, espacio que aconsejo visitar: lo más parecido a un club inglés que uno haya visto. Donde por lo tanto a uno le tratan como a un lord. Un lord de Bilbao.

P. D. Entre los encantos que custodia el Iruña figura su condición de pila bautismal de aquel célebre (bueno, célebre en época de mis abuelos) himno que hace un millón de años se entonaba para festejar lo mejor de la cocina española, a varias voces. Según relata su página web, la composición se data en 1927 y viene firmada por el sestaotarra Miguel Arregui, pianista del café por aquel tiempo, a quien auxilió Jesús Unzué, hijo del fundador que entonces ejercía de cocinero. Es ese canto famoso del “qué hay para hoy”, que el coro contesta de esta guisa: “Tenemos pollo asao, asao, asao, asao con ensalada, buen menú, buen menú, buen menú señor”. Postdata para curiosos.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


abril 2014
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930