He venido de Sevilla contento y tranquilo. Contento porque el congreso del PSOE ha sido un éxito. Tranquilo porque hemos sabido resolver todos los desafíos planteados tras la derrota electoral.
Un congreso de éxito porque ha renovado el liderazgo del partido gestionando una competición sana de una forma pulcra y democrática, ha impulsado el sello socialdemócrata a nuestra oferta política y ha iniciado reformas organizativas para reforzar el papel del PSOE como partido central en la política española.
También tranquilo decía, porque creo que hemos acertado en la elección. He apoyado, desde mi humilde posición de militante y diputado, a Rubalcaba desde el principio. Cuando decidió aceptar la petición del consejo territorial del partido para ser candidato en las elecciones del 20 de noviembre, y también ahora, cuando dio un paso al frente para ser el líder del partido, para ser el secretario general. Lo he hecho siempre por una razón que sustancia las numerosas existentes: Rubalcaba es quien antes y mejor puede devolver al PSOE la credibilidad perdida y por tanto la capacidad para tener el apoyo y la confianza de la mayoría de los españoles. Credibilidad, apoyo y confianza para conseguir progreso social colectivo, justicia, crecimiento equitativo, igualdad de oportunidades y avances para nuestro país.
Para ello, había que presentar un proyecto de cambio y de unidad. Así salimos de Sevilla. Con los cambios necesarios en marcha y con la unidad en torno a un PSOE fuerte que nos coloca en la mejor posición para esta nueva etapa, en la que el PSOE debe de nuevo dar lo mejor de sí para los españoles, nuestra razón de ser.