La planificación y financiación de la alta velocidad ferroviaria forma parte del debate social y político nacional desde que se constituyó como una infraestructura modernizadora como pocas y al servicio del desarrollo socioeconómico como ninguna.
En nuestro caso, hemos sufrido reveses y avances en los últimos años, tanto en una cosa como en la otra. En la planificación, porque tanto gobiernos de signo socialista como conservador popular han dejado en interrogantes nuestra incorporación definitiva al mapa de la alta velocidad. El PP sacó de la planificación con Aznar el tramo Logroño Miranda y ahora con Pastor no prioriza nunca las actuaciones en tramos riojanos. Pero también un gobierno de mi partido fue el que no consiguió que nos incluyesen en la financiación comunitaria resultante de la red transeuropea de alta velocidad, si bien dejó en su haber los proyectos de ejecución en marcha del tramo Castejón Logroño y los estudios informativos de Logroño Miranda licitados. Algo es algo, pero insuficiente.
Cuando en octubre de 2011 quedamos fuera de la planificación inicial que da derecho a la financiación de la Unión gobernaba mi partido, y planteé desde el principio una ofensiva conjunta para luchar en las instituciones comunitarias y durante todo el proceso con el objetivo de revertirlo. El asunto está casi imposible, casi. Debemos seguir insistiendo hasta el final. Y mejor si lo hacemos juntos, porque seremos más fuertes, y también creíbles. Alcanzamos el acuerdo de firmar una enmienda conjunta, y ese debiera ser el camino.
Dirigentes populares se desgañitan culpando de la famosa herencia a Blanco y confiando en Pastor la salvación; desde luego que el primero siempre mantuvo el ave riojano en la planificación española, pero es cierto que no consiguió incluirnos en la que derecho a apoyo europeo. Ahora, la segunda a duras penas nos recoge en la primera y en la segunda ha pasado literalmente. Hizo como negociaba, pero la verdad se la reservaba en su última carta, y ahí a La Rioja ni estaba ni se le esperaba.
Hasta aquí una visión más o menos realista de los hechos. Pero, ¿Qué podemos hacer?
Desde aquel octubre de 2011, cuando sugerí la idea de un pacto de unión y fortaleza regional en este asunto, no he abandonado el objetivo de alcanzar un acuerdo social y político en nuestra Comunidad que tenga como objetivo conseguir un horizonte estable de llegada y conexión de la alta velocidad a nuestra tierra con el eje del Ebro entre el Cantábrico y el Meditarráneo.
Sigo leyendo y escuchando declaraciones, promesas y análisis. Seguiré defendiendo que en Bruselas luchemos hasta el final, y aquí adoptemos una estrategia de unión y fortaleza juntos. Será lo mejor.