La casualidad ha hecho coincidir la publicación de la última novela de Javier Cercas, El monarca de las sombras, con el estreno en Madrid, en el teatro María Guerrero, de la obra La quinta del biberón. In memoriam. Ambas obras guardan una relación entre sí: las dos habla de una generación (o quinta) desengañada.
Creo que la gran frustración de nuestra historia que es la guerra civil, está lo suficientemente estudiada, analizada y lo más importante para una sociedad, comprendida. El gran historiador británico Hobsbawm defendía siempre la categoría de la comprensión en el análisis histórico. Y eso es lo que a mi entender aportan tanto la obra de Pasqual como la novela de Cercas: comprensión. O un esfuerzo de comprensión.
Y esto es así porque en las dos se nos muestra a los lectores y a los espectadores la historia de unos jóvenes, en el caso de Pasqual, y de un joven, en el caso de Cercas, que sonde alguna forma engañados o forzados para que se incorporen al frente. Tanto los jóvenes catalanes (casi todos) como el protagonista de Cercas (Manuel Mena) encontrarán la muerte en la escabechina que fue la batalla del Ebro.
Pero, ¿por qué engañados o forzados? Las razones las dan Pasqual y Cercas. Para el primero, porque no sabían adónde iban ni en qué (pésimas) condiciones, y apenas lo que defendían, aunque sí que creían en ello. Pronto repudiaron y maldijeron su participación en la guerra. Para el segundo porque Mena fue envenenado y forzado (no obligado) por las ideas falangistas y, aunque creía en ello también, también al final, de haber podido elegir, hubiera abandonado el frente y la guerra.
Los protagonistas de la obra de Pasqual son la famosa quinta del biberón, nacieron entre 1920 y 1921, y reforzaron al bando republicano aportando 30.000 hombres. El protagonista de la novela de Cercas es un oficial falangista, Manuel Mena, que nació en 1919.
La historia, más allá de revisionistas fatuos, ha dictado ya una sentencia lo suficientemente solvente y ecuánime sobre el golpe, la guerra y la dictadura, sobre sus causas y consecuencias también. Pasqual y Cercas, el teatro y la literatura, arrojan elementos de comprensión comunes a una generación (o quinta) de españoles ideologizados y que lucharon de acuerdo a sus ideas y a su concepto de sociedad, una generación que compartió un desengaño: el de comprender, estando ya irremediablemente tocando la puerta de la muerte, que no había nada más importante que la (propia) vida.