Parece que poco a poco, y gracias, dicho sin ironía, a las protestas de un reducido número de estudiantes, si lo comparamos con anteriores movilizaciones, la sociedad, la comunidad educativa y especialmente las familias y los estudiantes actuales y futuros estás conociendo, y aprobando, el conocido como Plan Bolonia, mediante el cual nuestro sistema universitario se incorpora en un espacio europeo con otros 45 países.
Aprovecho hoy para recordar que esta reforma europea pretende equiparar los estudios y los títulos de 46 países, para propiciar la validez de los mismos y fomentar así la movilidad de alumnos y profesores entre todos esos países.
Bolonia cambia la metodología para que sea más práctica y acerca a los estudiantes a un mayor éxito en la transición al mercado de trabajo, porque consolidará y reforzará competencias y habilidades.
Bolonia refuerza las misiones de la universidad, y en particular su dimensión social. Ningún título o disciplina va a desaparecer, ni las empresas decidirán qué se estudia o qué no se estudia. Eso lo decide la propia sociedad, los gobiernos y las universidades. Desde luego que este gobierno tiene muy claro que la universidad es un instrumento de cambio social, y por eso había que fortalecer lo que se hace bien, y mejorar lo que se puede hacer mejor: abrir nuestros campus, homologar nuestras carreras, racionalizar los títulos, poner al estudiante como elemento central del proceso de enseñanza-aprendizaje, ofrecer másteres de especialización a precios públicos y subir las becas, en número y en cuantía.
En definitiva, un gobierno progresista que hace reformas para mejorar la calidad de los servicios públicos que hacen avanzar a la sociedad en igualdad de oportunidades.
Que nadie tema esta reforma, que todos la critiquen para mejorarla, pero dejemos a un lado falsedades y aparquemos el miedo al cambio. Hace poco leía a Bergson. Con él termino. “Existir es cambiar; cambiar es madurar; madurar es seguir creándose a uno mismo sin fin”.