Me encontraba reunido en Madrid el viernes. Celebrábamos reunión de la dirección de las juventudes del partido para preparar la sesión del comité federal que el sábado recibía a Rubalcaba.
Fue entonces cuando empezaron a llegar las noticias sobre el atentado en Oslo primero, y más tarde sobre la terrible matanza de jóvenes laboristas en la isla de Utoya.
Nuestro adversario es el miedo que nos quieren infligir los que actúan con odio, nos repitió Alfredo, a la vez que expresábamos nuestro pesar, condena y solidaridad con las víctimas y sus familias, como siempre hacemos con todos los actos terroristas, sean quienes sean las víctimas, por corregir a esas insidiosas publicaciones de extrema derecha sembradoras de rencor y crispación.
En el plano más personal y pegado a mi trayectoria de militante y dirigente de las juventudes socialistas no puedo dejar de pensar en esta tragedia sufrida por estos chicos y chicas que estaban formándose como ciudadanos a través de la política para cambiar y mejorar la sociedad. Qué tragedia. Su compromiso cívico les ha costado la vida, a manos del odio y de la destrucción.
No puedo dejar de pensar en ellos, en el horror, en sus compañeros, en sus familias, en sus vidas truncadas; y por eso pienso entonces que hay que honrar su compromiso y su inocencia con más compromiso político, cívico y militante, con más coraje democrático de saber que la ley y el derecho, y la convivencia es el único camino. Por eso pienso en tantos jóvenes, casi todos bastante más jóvenes que yo, socialistas que militan en tantas organizaciones juveniles. Y creo que es a ellos a quienes les corresponde impulsar y relanzar esa tarea en Noruega, en Europa y en el mundo, en la escuela y en la sociedad, en el trabajo y en la vida.
La historia nos muestra siempre hitos que nos estimulan, aun con horror y dolor, para seguir en la labor y avanzar. Utoya está ahí, porque nunca los podremos olvidar, pero siempre honrar. Con nuestro compromiso.