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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Cápsulas de tiempo

Se les llama a las noticias provenientes del pasado, embotelladas, empaquetadas o desenterradas. Incluidas las que parecen, sin serlo, ‘falsas noticias’; porque la falsedad o sencillamente lo increíble no es sólo patrimonio del presente, tan inverosímil de por sí, véase todo. En las últimas semanas han arreciado cápsulas de este tipo, adoptando formas muy diversas. La suma de todo ellas –referidas por la prensa, en secciones que van de la ciencia al rosa– arroja el resultado que nos temíamos: el pasado se reorganiza solo; es un barbecho que permite periódicamente pero sin prisa cosechar datos que reorganizan el relato. Que no cerrarlo. El pasado, hasta el más antaño, permanece más abierto que nunca. Y de pronto, oye, afloran trastos, papeles, algoritmos. O genes: como los 267 que han encontrado unos científicos de Granada en unos fósiles de sapiens, y que dicen que ahí ya bullía la autoconciencia, ni más ni menos. ¡Cuánto se ha perdido por el camino! Y para perfeccionar la conversación con los antepasados ahora ya es posible acceder al opúsculo Luz y verdad del espiritualismo, manual para hablar con los muertos de un tal Jotino y Ademar, publicado en 1857, prohibido inmediatamente y expuesto, por primera vez, en abril de este año, en el Archivo de Cádiz. Una cápsula espiritista que, quizá en algún momento, nos hubiera venido bien, por preguntar quisicosas. Y es que nada ha sucedido como parecía. A estas alturas se ha conocido, por ejemplo, que Isabel La Católica ¡sí se aseaba!, con todo lo que se ha venido porfiando al respecto. Con algalia, azmicle, benjuí y agua de murta. No me dirán que no lo cambia todo. O elevando el tiro: que los comuneros perdieron la batalla de Villalar, en 1521, porque llovió ese día, y que en la batalla carlista de Las Useras, en 1839 no se tiraron a dar, porque muchos de los contrincantes eran familia; lo que prueba el que, recien, hayan aparecido 500 balas sin usar, perdidas, como ausentes. Esto bastaría para explicar la celebración en el presente 2021 del “Año Berlanga”. Aunque lo berlanguiano del año queda totalmente explicado al abrir la botella de vino que apareció hace semanas en Tauste (Zaragoza) conteniendo en su interior las instrucciones que su alcalde dictara en junio de 1950 a la población para que recibiera a Franco a su paso por la localidad, con entusiasmo «y el agradecimiento del que es merecedor» (sic), al modo Villar Del Río con Mr. Marshall. ¿Pero y cómo interpretar, sin salir de la utilería franquista, la daga en oro con 19 diamantes que el Conde Ciano le regaló a Franco y que acaba de ser subastada en Alemania por 35. 000 euros? Aquí, abandonamos el territorio Berlanga y entramos en el de Bonilla-Pajares-Resines y su Daga de Rasputín. Todo acaba explicándose, en fin. Así, y siguiendo con los apéndices filosos, se ha reintegrado, con medio milenio de demora, la falange del dedo índice que le faltaba a la mano izquierda de la escultura de Constantino, que se hallaba perdida en el Louvre y acaba de ser injertada en la mano del emperador, en su residencia romana de los Museos Capitalinos. Esto permite reinterpretar, una vez restaurado el gesto de Constantino en toda su potencia, sin un dedo de merma, la reunificación del Imperio. O fijémonos en lo que le ha sucedido a JFK: una casa de subastas ha sacado a la luz tres cartas calientes remitidas entre 1955 y 1956 a una amante sueca, Gunilla Von Post, aristócrata e iniciada en el arte culinario. ¿Cómo ha de reordenarse la secuencia sentimental del entonces senador por Massachusetts, tan fastidiado que estaba de la columna? ¿Y si aquella película sueca hubiera prosperado, el mismo año en que Estados Unidos hacía pruebas atómicas y entraba en Vietnam? Yo, de regreso al futuro, y a la espera de que impacten los restos del cohete chino, que sabe dios qué mensajes traerá impresos en la quincalla de su fuselaje, estoy empezando a ver la serie Star Trek, que nunca ví en su día (o sea, en su año: entre 2063 y 2379), desde su capítulo 1, encapsulada por Netflix, nave plataforma.

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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