Anda atribulado el canon cinematográfico. La revista Sight & Sound ha preguntado a 1639 críticos y la lista resultante de las 100 mejores películas de la historia no la conoce ni Griffith, o sea: ni su padre (que tampoco sale). Así que aquí va mi lista de mis 10 primeras. Fijo que no paso el corte de Sight & Sound: 1º Veinte mil leguas de viaje submarino (1954): la primera película que vi en mi vida, en el fondo abisal del Frontón Cinema. De la mano de mi abuela. Yo tenía seis años. Se abrían a la vez las cortinas del Cinemascope, el libro de Julio Verne y el ojo de buey del Nautilus. Fue mi bautismo. De cine. Me gané la del pulpo. Sigue siendo la película más profunda que yo he visto y vivido. 2º El prisionero de Zenda (1952): desde el paraíso del Bretón. Los duelos –o más bien los bailes– a sable. Y que también salía, aunque de malo, el Capitán Nemo. Y un actor, Granger, que hacía dos papeles. Y Ruritania, país del que me hice súbdito a perpertuidad. Muchos años después, al pasar por delante del Bretón, me cruzaría con el mismísimo Stewart Granger, que rodaba por este reino Oro Fino. Se cerró el círculo. 3º Estación polar cebra (1968): fuera hacia una tarde lluviosa; dentro, del Cinema Diana, heladora; quiero decir, polar. ¡El TODD-AO! ¡La luz de la lámpara Xenon! Un Polo Norte de la Metro, con nieve artificial. La secuencia de la grieta del glaciar que se iba cerrando, con los soldados dentro. El viaje por debajo del hielo. La pantalla tan ancha y tan blanca. Blanco pantalla, blanco nieve. Blanco nuclear: el de los uniformes de los soviéticos atómicos. La guerra fría, sí, pero mis ojos ardiendo. 4ºUn vampiro para dos (1965): en el Olympia, en programa doble Sopa de Ganso. Si se mira bien, ambas cine político. Mi primer Fernán Gómez y hacía de vampiro en Dusseldorf. López Vázquez y Gracita Morales hacen de dos emigrantes españoles en Alemania. Yo la tengo por una sátira de cómo te podían chupar la sangre en el extranjero. Fue mi primera comedia. Y en cierta forma, mi primer Billy Wilder o mi primer Polansky. Fangoria le acaba de dedicar a la peli una canción en su último ep. 5º Cuando los dinosaurios dominaban la tierra (1970): mi caverna de Platón. En el Bretón, también. Y mi primer estremecimiento cavernícola, producido por aquellas prehistóricas despampanantes -Sanna se llamaba la estelar-, que debieron desaparecer también con alguna glaciación. A su lado, los dinosaurios eran de kínder sorpresa. Mi primer ‘Méliès’, podría decirse. Y un curso acelerado del idioma de entonces, leyendo en una hojita que te daban con el significado de los vagidos de sus protagonistas. 6º La conquista del Oeste (1962): un reestreno, en el Moderno. Fue idea de mi padre, que le encantaba el género. Sala petada. Entramos toda la familia. Tarde, levantando a todos los de la fila, mientras sonaba la impresionante fanfarria de Alfred Newman. Cuando ésta acabó ya estábamos todos sentados. Y delante de nosotros, una pantalla dividida por el fantasma de las tres líneas de un Cinerama borrado. Es el único momento verdaderamente épico de mi vida. 7º La vuelta al mundo en ochenta días (Michael Anderson, 1956): con mi tía Marisa y mi madre, en el Diana. Verano del 70. Con nueve años libro mi primera carrera contra el tiempo. Literalmente. Cantinflas y Phileas Fogg contra el reloj situado a la derecha de la pantalla. 8º Peter Pan (1953): en el Rialto. Ese mismo verano, tan viajero por las pantallas. Mi primer amor: Wendy. Y yo ya un niño perdido. Para siempre, en el cine. 9º Espartaco (1961): una matinal en el Olympia. Mi padre y yo solos. La única vez que fui al cine sólo con mi padre. Y la primera vez que siento miedo en el cine: las mazmorras con los esclavos. Siento que estoy yo también allí y 10º Fantomas contra Scotland Yard (1967): mi primer cómico, Louis de Funès. Nunca después me he reído tanto en el cine. Y Sor Citroen, y El tigre de Kyber y Horror Story, y Jaime Bonet 07 con el 2 delante, y El día más largo de Kansas City y el 7º Festival de Tom & Jerry (y el 6º)…