¡Uno marchando, para Pérez Reverte!
CLIENTE.- ¿Me pone un café?
CAMARERO.- ¿Solo?
CLIENTE.- Sí, solo.
CAMARERO.- No, que si está usted solo.
CLIENTE.- Sí… estoy solo, ¿por qué lo dice?
CAMARERO.- No, por si espera a alguien más para pedir o…
CLIENTE.- No, no espero a nadie.
CAMARERO.- Ya, yo sólo pregunto… solo… con tilde, ¿eh?
CLIENTE.- No, no… yo quiero un café sin nada, solo-solo.
CAMARERO.- La cosa se complica: dos solos seguidos….
CLIENTE.- No, no me ha entendido: sólo quiero uno. Solo.
CAMARERO.- Espere, que es que estoy intentando adivinarle las tildes sobre las ‘os’, en el primer solo y en el segundo.
CLIENTE.- Perdone, pero ¿me lo parece a mí o me está hablando en cursiva?
CAMARERO.- En alguna palabra, sí.
CLIENTE.- Acaba de decir el “primer solo”.
CAMARERO.- Por manejar, de entrada, la idea, el concepto, sin acento. Es mi trabajo, trato de acertar, ¿sabe? Que luego los clientes se me quejan.
CLIENTE.- Pero quién es usted.
CAMARERO.- Yo antes me dedicaba a poner los puntos sobre las “ies”, en un despacho, pero era un lío y lo dejé para pasarme a la hostelería y ahora es peor. Sobre todo a la hora del café. Vamos a ir concretando, que estoy yo solo –en el sentido que decíamos al principio de estar sin nadie más– para atender toda la barra. Entonces: ¿estamos hablando con tilde o sin tilde? ¿Quiere un café solo con tilde o sin tilde? ¿Un café solo o sólo un café?
CLIENTE.- No lo había pensado. ¿Se puede pensar con tildes?
CAMARERO.- ¿Sabe qué pasa? Que como no le estoy leyendo, que sólo le estoy escuchando –este solo se lo acabo de decir con tilde, ya se habrá dado cuenta; ¡ah! y el este, por cierto, se lo digo sin tilde, porque lo uso aquí como demostrativo, no como pronombre, pero ésta, con tilde, es otra guerra, y cierro guiones–.
CLIENTE.- ¡Ah!, pues ahora que lo dice, yo antes me dedicaba al guion, sin tilde verá que lo estoy diciendo, pues desde que se lo quitaron y se dice guion y no guión, lo he dejado, porque ya no sé cómo acabar ninguno, dónde poner el acento final, que es lo que quiere el espectador.
CAMARERO.- ¡Cómo le entiendo! Me siento menos solo, sin tilde. Pues lo que le decía, que como sólo le escucho, con tilde, o como mucho le leo en los labios, no puedo estar seguro de dónde está usted poniendo la tilde.
CLIENTE.- ¿Pero cuantos tipos de solos hay en esta cafetería?
CAMARERO.- ¡Ah!…ya veo que hace como yo, que ya está utilizando solo en cursiva, para evitar el precisar si estamos tratando con un adjetivo o con un adverbio, porque ahí está la cosa… Son mundos distintos.
CLIENTE.- Pues para evitar quejas en la oficina del consumidor, debieran poner bien claro en la pizarra, que además de café cafeinado o descafeinado, con o sin sacarina, cortado o con leche, fría o caliente o de soja, o bombón, en este establecimiento también se sirve el solo con tilde o sin tilde. Como adverbio o como adjetivo. Y sus precios respectivos.
CAMARERO.- Es que tienen sabores muy diferentes. El adverbio está más torrefactado y no hay que abusar, mientras el adjetivo es más natural.
CLIENTE.- Yo soy de mezcla.
CAMARERO.- Entonces, ¿qué le pongo?