En Atraco a las tres (1962), lopezvázquez, o sea Galindo, le lleva a Castro Sendra, Cassen, o sea Martínez, a ver Mercedes a un concesionario para ir eligiendo modelo, porque el plan de Galindo, el “cerebro gris” (en blanco y negro más bien) de la operación es, una vez asestado el autogolpe a la sucursal, además de «tener todo lo que a uno le dé la gana, si quieres champán, champán, si quieres caviar, caviar y si quieres…» (y aquí Galindo dibuja en el aire una curva femenina, a lo que Martínez opone que él es un hombre casado y esperando otro hijo pero Galindo replica, atención, que «cuando uno es rico todo vale»), conocer «el mundo entero, el Caribe exótico, Hawai, los lagos suizos», y le pregunta a Martínez, conserje de la sucursal, qué le gustaría conocer, a lo que éste le responde: «hombre, a mí lo que me gustaría ver es Logroño, mi padre era de allí». «En Mercedes, un paseo» sanciona Galindo, tras unas gafas negras que pretendiendo ser de gángster son más bien de ciego de Galdós o de Valle o del Cegama del cuento Pobre de Rafael Azcona. Todo es, en fin, natural, histórica y fundamentalmente pobre en este rififí bancario, de cuando la banca de ventanilla, manguito, cartilla, letras y timbres; en esta fábula cómica sobre la pobreza constitutiva de la España de nuestros padres, de la primera casa de papel, antes de la Casa de Papel. Lo que no quita para que acabe exactamente como la última Crisis del 2008: ¡con un rescate bancario!, realizado, gracias a la ironía previsora de los guionistas, por los propios empleados de la entidad. No en vano, los atracadores de esta historia son los peones de un banco llamado ”Los previsores del mañana”. Y mucho de previsión socio-política-bancaria hay en este atraco de pega, en cuanto a la fatalidad de clase, las condiciones laborales, la exclavitud, la servidumbre (todos los atributos de Galindo), la monetarización y la imposiblidad de cuadrar el balance general. De la cronificación del infortunio, vaya. Y tiene que ser Gracita Morales la que proclame, en 1962: «hasta que no se reparta la suerte no habrá justicia social». Frase para enmarcar en cualquier negociado. Una fatalidad muy bien representada por el pesimismo cenizo de Castrillo, o sea, Alfredo Landa. Todos son pobres en Atraco a las tres (que siempre que la veo parece la primera y renuevo la ilusión de que triunfe el atraco). Hasta el empleado del concesionario de la Mercedes había sido el año anterior un méndigo de Viridiana, el hombrecito que le pedía a Enedina que se levantara la falda para hacerles la “foto” de familia. Enedina, que era Lola Gaos, que también sale en este atraco, llevando un perro lobo. Y Cassen, sobre todo, que venía de ser también el Plácido Alonso de Plácido: otra odisea contrareloj y contra el desahucio. Plácido el del motocarro, angustiado por pagar una letra antes de las doce de la nochebuena. Total para nada, porque al final no hacía falta. Pero él ya las ha pasado Kafka. Total para nada también el atraco a “Los previsores del mañana” porque has pasado de ser atracador a atracado. La separación es de papel de cebolla. Como José Orjas pasa de ser el notario de Plácido al bueno y filantrópico don Felipe, director cesado de la sucursal del Atraco, para dar paso a una nueva era bancaria. La noche del viernes, en las Franco-Españolas, en el marco de su cine de verano, sonó (y sorprendió) de manera muy especial el sueño de Cassen de querer ver Logroño. Destino abracadabrante de algunas comedias y personajes del cine y del teatro de esos años. Como cuando en ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, otra referencia comediográfica de la ilusión de salir de pobres, y en la que los habitantes de Villar del Río deseaban de la magnanimidad del pueblo americano lo mismo que los empleados de “Los previsores del mañana” del fondo de la Caja, Manolo Morán, Manolo, le prometía a don Pablo, el alcalde, Isbert, que en cuanto aquellos vieran actuar a su actriz sobrenatural, Carmen Vargas, Lolita Sevilla, los americanos le iban a poner un tren que iba a llegar hasta Logroño. Tren que, por cierto, con otro trazado, hubiera pasado muy cerca de las Bodegas donde nos encontrábamos.