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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

La agonía y el éxtasis

  1. Aula Sixtina

Desconozco si en el Estado Vaticano permiten la entrada de los móviles en sus colegios, sobre todo en el cardenalicio. Pensaba yo estos días, de cara al cónclave –necesitado de una concentración espiritual superlativa–, que no se puede concebir mayor factor de distracción en tan altas horas decisorias que el verse inmerso en la caja de imágenes de la Capilla Sixtina. La pantalla de un móvil, a su lado, es una estampita irrelevante. Pero el trampantojo de la Sixtina ¿cómo puedes mirar y pensar en otra cosa? El nuevo Pedro saldría, sin duda, elegido rápidamente si la votación se celebrara en un salón de usos múltiples, frío y neutro, pero el planetarium de la Sixtina no invita sino a la dubitación eterna. Y al éxtasis estético. Me distraigo con una mosca, como para poder discurrir con el Juicio Final de Miguel Ángel enfrente: el instagram de todos los tiempos, la net más fabulosa imaginable. Y si buscas inspiración en su elenco y drama la decisión podría prolongarse sin fecha. Me puedo imaginar al espectro de Julio II urgiendo a los purpurados «¿Cuándo vais a acabar de votar?»; y respondiendo estos, como Buonarroti (buen apellido para un Príncipe de la Ecclesia de las Artes, Buonarroti I),: «Cuando acabemos».                

  1. Sus paternidades

Cuando Rafael Azcona fue padre por primera vez, en octubre de 1965, le escribió una carta a Berlanga desde Norteamérica contándole sus impresiones. Mientras, en esas horas de paternidad primeriza, pendiente de su amada Roma, se distraía viendo en televisión los reportajes sobre la visita de Pablo VI al país. Rafael se admiraba de que las cadenas recogieran todos los momentos de su viaje. Pero él prefería uno de pura comedia cinematográfica: cuando Pablo VI se encontraba ya de salida en el aeropuerto, leyendo un discurso de despedida en inglés, comenzó a soplar un fuerte viento. Y cito: «El pobre hombre perdía parte de su majestad luchando para que no se le perdiera el gorrito ése que lleva, pero ha habido un momento en que la esclavina le ha tapado toda la cabeza. Pablo VI ha pretendido seguir leyendo en la confianza de que la esclavina se caería por sí sola, pero al final ha tenido que ponerse a luchar con ella para asomar la nariz y las gafas a sus papeles, y era aclamado como un futbolista». Francisco –que vivió también algún momento de capela al viento– canonizaría luego a Pablo VI. Y cerraba su carta Rafael con una profecía: «La salvación está en los chinos, no hay duda».

  1. La audiencia

Frente a la ligereza de la esclavina voladiza, el peso y laberinto del castillo kakfiano. Rafael y Marco Ferreri nunca pudieron llevar al cine una adaptación directa de la novela de Kafka, por problemas de derechos, pero hicieron en 1971 La audiencia, una versión indirecta pero reconocible de El Castillo. Esta vez, K era Amadeo, un joven romano, un hombre de la calle, con gran parecido físico al joven Azcona, por cierto. Amadeo cada día se acercaba hasta una entrada accesoria de San Pedro para intentar que le dejaran acceder, porque tenía que revelarle al Papa un secreto de máxima importancia para la humanidad (seguramente que la salvación estaba en los chinos). La Guardia Suiza le impedía el paso sistemáticamente. Ayer, en un rincón de la fortaleza vaticana me pareció reconocer en los fastos del funeral de Franciscus a Amadeo (no en vano, el amado por Dios). Extramuros de la valla, claro, y de la tribuna geopolítica. No me extrañaría que Amadeo fuera un viejo conocido de Bergoglio. Somos Amadeos del común, siempre nos quedamos ad portas.

 

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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