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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Luz, más luz

  1. Ensayo sobre la ceguera

Con el apagón sale a la luz, ¡cegadora!, toda nuestra vida pendiente de un hilo (eléctrico) y de su precio en todos los sentidos (sobre todo el de la vista). Salen las viejas palabras para referirse a sus elementos: “corriente”, “plomos”, “fusibles”, “transformadores”, el quedarse a “dos velas” (también asociado a quedarse sin un duro), el “irse” la luz (o sea, que nos abandona, que nos desasiste) y las “pilas de petaca”. Sale el echarle la culpa del corte de suministro a la obra que no terminan al lado; al que tenía que haber pagado el recibo y no lo ha pagado; al “amolacasa” y al ayuntamiento. Sale la luz como asunto casero. Vecinal. El primer personaje que aparece en Historia de una escalera de Buero Vallejo –autor de otros ensayos sobre la ceguera general en que vivimos, como La ardiente oscuridad o El concierto de San Ovidio– es, cómo no, el cobrador de la luz. A algunos vecinos no les alcanza para pagarla y hay vecinos de mano que se prestan para cubrir lo que deben aquellos. Con algún recargo o intereses, claro, al cabo del tiempo. Se ha reestrenado esta temporada en El Español con su antigua emoción intacta y una nueva deslumbrante, iluminada por la tiniebla actual. La luz de esa escalera –que es la de nuestra Historia, plagada de apagones y cortocircuitos– es la versión a escala humana, familiar, doméstica del fuego robado por Prometeo a los dioses para ingeniar la primera y mítica Red Eléctrica universal. Aquellas luces que hicieron siglos y alumbraron ideas, algunas ignífugas y otras combustibles. La luz que el lunes se nos fue es la versión bombilla, la versión filamento, la versión red(ecilla) eléctrica. El juego del “Electro-L” con el que montábamos nuestros primeros circuitos eléctricos en la infancia. Y el martes, regresamos con energías renovables y las pilas cargadas.

  1. El kit Von Der Leyen

Un hato a la espalda provisto de: juego de palos de madera (de base y taladro) y una bolsa de hierba seca o yesca (preferentemente de junco de laguna) para hacer fuego. En su defecto, unas piedras de magnesio con barra fina de ferrocerio integrada. Un péndulo o varilla Busca Aguas de zahorí. Un ábaco. Un tirachinas. Aceite de Árnica. Tabaco de mascar. Juanolas. Capullos de gusanos de seda. Un tarro de engrudo. Una bolsa con chuscos de pan duro. Manteca. Lápices de carpintero. Tizas de sastre. Regaliz de palo, “paloduz”, en abundancia. Pimentón. Espejuelos. Mucho suelto y algunos billetes de las antiguas pesetas. Un taco de hojas de pergamino para anotar. Todas las pastillas o escamas de Jabón Lagarto que se puedan. Una lata de grasa de búfalo. Unas katiuskas. Una pelliza. Un vaso de chupito plegable. Una baraja española con su complemento de pitas y amarracos, para ocupar el ocio. O en su defecto una de Fournier con el juego de las Familias de los Siete Países. Una radio de galena. Varias pilas voltaicas. Un reloj de sol. Un timbre de bicicleta. Un detente bala. Una bandeja de plastilinas Jovi. Pastillas de clorofila, perejil y menta. Ingredientes para realizar salmuera. El álbum de “Vida y Color”. Una bota de vino de piel de vacuno tintada en negro interior látex sin goteo para rellenarla de agua potabilizada con pastillas. En su defecto, vale un pellejo de vino tamaño pequeño. Repelentes antimosquitos. Reclamos para perdices. Silbatos de llamadas de patos y cuervos. Fósiles antiestrés. Estuche con seis puntas de flecha de sílex para cocinar. Certificado con tu grupo sanguíneo. Una lupa. Objetos diversos para practicar trueque. Palillos mondadientes. Una bolsa de las de agua caliente. Un caneco. Una navajita multiuso que incluya cortaúñas. Y un Libro de horas.

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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