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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Semana de la garganta

Esta semana ha estado marcada por las afecciones de garganta. Pocas veces, además, con tanta pertinencia, pues la finalizamos bajo la advocación a San Blas, médico y obispo armenio, y patrón de los otorrinolaringólogos. De hecho, como es bien sabido, no hay para salvar de problemas el desfiladero del gaznate como el bendecir las rosquillas el día del Santo. Luego, ya en casa, te tomas una rosquilla cada ocho horas e inmediatamente ves alejarse por el pasillo al fantasma de la faringitis. Esta semana de San Blas ha sido cumbre en su género, repleta de asuntos de alto valor otorrino. El sábado pasado, justo antes de que el Santo entrará en acción, falleció, sin que hubiera posibilidad de administrarle in extremis la golmajía sacramentada, “Garganta profunda”. La auténtica; o sea, la de Todos los hombres del presidente, no la del FBI. Porque nosotros, el público, el mundo, nos enteramos de lo que había pasado en el caso Watergate por Hal Holbrook mucho antes que por William Mark Felt, que no cantó hasta 2005. Nos enteramos a la vez que Robert Redford. Nunca fue un secreto para millones de espectadores la identidad de “Garganta profunda”: venía en los créditos de la película, bien clarito: Deepthroat… Hal Holbrook. Los créditos del FBI se desclasificaron demasiado tarde. Y Felt ya no podría sustituir nunca a Holbrook en el rol. De hecho, Holbrook proseguiría con éxito su ‘carrera política’ en diversas alas oeste de la Casa Blanca, en el gabinete de Lincoln o en el del presidente Bartlet. Y eso que para los españoles aquella garganta mítica, aquella garganta ‘de garaje’, como algunas bandas de rock y algunos vinos, resultó ser aun más profunda por estar doblada. Realmente, en aquel parking para la historia, tan mal iluminado afortunadamente, quienes se citaban y hablaban eran Paco Valladares (Redford) y Eduardo Calvo (Holbrook), dirigidos en el Estudio de doblaje por Jaime de Armiñán. Calvo sería la voz en español de otra garganta profunda, la de Hitchcock, en aquellos apropósitos irónicos con los que presentaba cada capítulo de su serie. Así que era la suya una voz muy entrenada en el sobreentendido. Pues ahora es cuando podemos dar por cerrado el Caso Watergate. Y que San Blas le mire esa garganta a Holbrook. En cambio, el Caso ‘B’, la ‘B’ de Barcenas y la de la caja de la misma letra, se ha reabierto esta semana del santo auxiliador, como cuando el otorrino te mete la paletita en la boca y te pide que digas “Aaaaaaah”; o ‘B’, como en este caso. Por ver qué tienes en la profundidad de tu garganta; acaso alguna irritación, inflamación o sencillamente una información, que se te ha quedado ahí, cronificada. O unos papeles, adheridos y amarillentos, como tumorados. Llenos de cifras y letras que el otoscopio podría desencriptar. Pero la garganta de Bárcenas, a diferencia de la de Holbrook, está engominada. Y muy trajeada. No es una simple gabardina, de las de sacar a pasear al perro por la noche en Washington, como la que llevaba Holbrook. Barcenas quiere lucir su garganta en el talent show del momento. Y asegura que la tuvo siempre bendecida por Génova. Nadie ha caído, a todo esto, en la razón profunda por la que Casado se dejó fotografiar el otro día abrazado a un cerdo. ¡Qué mal pensados algunos! Sencillamente era… porque en la iconografía de San Blas figura el cerdo. El santo, por lo visto, hizo el milagro de negociar con un lobo para que no se comiera a un cerdo que era el único medio de sustento que tenía la viuda del milagro. Y salvó al cochino. Quizás también lo ha hecho para posicionarse en el asunto del lobo. Así que coincidamos con la garganta profunda primigenia, aquella de la fábula porno homónima, la de Linda Lovelace –atributo con el que el chistoso Woodward apodó a Felt– que la excitación que se produce en el subterráneo de la oralidad y de sus revelaciones es muy agudo. Y por supuesto con la garganta de Holbrook en su célebre máxima, la hoja de ruta que conduce a ‘B’ y desde ‘B’: «sigue la pista del dinero». Lo que hay que tragar, en fin.

 

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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