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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

El Ulises

Se conmemoran los cien años del de Joyce, pero el del TBO, don Ulises Higueruelo, al que para empezar ya le hacían falta dos autores, un dibujante y un guionista, Benejam y Buigas, también respondía a un plan de obra y a un dramatis con su grado de complejidad. Sin ir más lejos, tengo aquí delante De tal palo tal astilla, una de mis historietas preferidas de la familia, en la que don Ulises arrastraba a su prole al cine –en contra del criterio de doña Filomena, a la que el ‘treato’ le parecía más ‘enstructivo’– a ver una película titulada La ultima carga: quince viñetas (pero las había de dieciocho, como capítulos tiene el homólogo de Joyce). Pero en cuanto a volumen de texto, cójase A la caza de un novio –una de las de dieciocho viñetas–, en la que don Ulises le quiere buscar novio a Lolín: la carga textual que soportan los ¡cuarenta! bocadillos rivaliza con el caudal de palabras del de un Joyce. En algunas viñetas, los bocadillos no dejan ver a los personajes (pasa, a veces, en la súper literatura que las palabras no dejan ver a los personajes). Pero es que en Zanahorias a granel ­–puro tebeo del absurdo, en el que a don Ulises se le antoja perseguir en coche, con la familia a bordo, un camión lleno de zanahorias– hay ¡cincuenta! bocadillos, con letras minúsculas. Algunas de estas entregas parecen auténticos caligramas. ¿Y qué me dicen de las patadas de doña Filomena al diccionario? Algunas son verdaderas creaciones léxicas, patadas léxicas, más allá de la simple errata. Véase una muestra del vocabulario paralelo de doña Filomena: el citado ‘treato’, ‘vistíbulo’, ‘rivivir’, ‘confrotable calefasión’, ‘cazador frutivo’, ’improtancia’, ‘agañaza’, confitura de ‘menbarrillo’, ‘grano prenicioso’, ‘pricisamente’, ‘atobuses’ y ‘tasis’, ‘conservrar’ (en una historieta en la que doña Filomena, buscando en el desván su traje de novia encuentra ¡la pistola de su abuelo! y va a empeñarla, temazo para un thriller moderno), ‘penícula’, ‘munecipio’, ‘escalafríos’, ‘bosque setuado’ (entiéndase de setas); expresiones como ‘mejor que entuición es tadrición’ o ‘saber más que muchas inminencias’. O ‘tebeyos’ en vez de tebeos. La abuela ya metida en la metaficción. ‘Inixplicable’ era otro de sus vocablos. ¿Y qué me dicen, a propósito de la cuestión de la inteligibilidad, lo que le suelta a Merceditas, la nieta pequeña, en Drama en el jardín botánico (título para una radio futura), tras el intento profesoral de don Ulises de explicarles el origen de la estatua de la Diosa de las Flores: «Esto sólo lo entienden los ‘entelectuales’. Prefiero admirar las flores»? Y si, en tiempo real, se coge desde arriba el entramado familiar de las historias de la Familia Ulises, y su argumento, está cerca de resultar una novela neorrealista. Nos encontramos, originalmente, en la España de 1945, en la (nunca citada) Barcelona de 1945, y con una familia relativamente numerosa cuya aspiración es ser clase media. En ello se emplea don Ulises Higueruelo, patriarca, jefe, cabeza de familia, fallido en la mayoría de sus empresas y planes. Sin profesión conocida. Emprendedor surrealista cuando no un punto esperpéntico. Su esposa, doña Sinforosa no quiere más que casar bien a su hija, con alguien bien situado. Lolín, con más de veinte tacos, aún vive en el domicilio familiar con dos hermanos mucho más pequeños. Y –de nuevo– la abuela, doña Filomena, es un claro ejemplo de mujer que llegó del campo a la ciudad en la posguerra civil (recuérdese la película Surcos). Hay trazas de picaresca (Fernandino), de estraperlo, de carpantismo: no se olvide, menudo episodio, que a su primer perro, Kuki, se lo comieron en familia, confundiéndolo con una liebre. En fin: tiene algo de odiseico. No estamos muy lejos de familias vistas, entre los cincuenta y los sesenta, y entre el melodrama y la comedia, en el cine de Nieves Conde, de Ferreri y Azcona o de Fernán-Gómez. Por cierto que a don Ulises también le habría pegado llamarse don Leopoldo, don Leopoldo Higueruelo. En cualquier caso, don Ulises era para mí ¡homérico!

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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