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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Teatro de operaciones

Día mundial del Teatro. O el Teatro del día en el mundo. O el mundo diario del Teatro. En la actualidad, teatro de operaciones. Es como se denomina en la guerra a las maniobras que se desarrollan sobre el escenario bélico, otra de esas metáforas que hablan del campo de batalla como marco de estrategias de actuación y lugar del drama. Igual que, por su naturaleza, el teatro consiste en una confrontación de palabras, de ideas, de emociones y de movimientos. Un confrontación muchas veces descarnada. De resultas, en ambos campos siempre se hay un parte de bajas. Al del teatro se le llama personajes. El día 16, un teatro, el Teatro Dramático Regional Académico de Donetsk, ubicado en a Plaza Teatrina, en Mariúpol, Ucrania, fue objetivo militar. Con civiles refugiados en su interior. Shakespeare, que se puso en todos los escenarios, introdujo a fuego una de sus más extraordinarias tragedias bélicas, Enrique V. Quizás la más hermosa apología de la imaginación teatral alzaba en boca de un heraldo el telón de un panorama de guerras y ejércitos, recogidos en un corto perímetro de tablas desgastadas en mil dramas y comedias; un perímetro sólo ampliado por, en primera instancia, la invención del poeta, pero en su versión definitiva por la imaginación de los «nobles espectadores», sin la que nada, ­ni reyes, ni reinos, ni caballos, ni murallas, ni épocas, ni los vastos campos de Francia, se harían presentes. El heraldo o coro salía a la embocadura, frente al público, y antes de abrir las puertas del argumento invocaba a la «musa de fuego». Un fuego que iba a bruñir en la misma fundición el filo de las armas de la campaña de Agincourt y las figuras y paisajes convocados en la representación. Todo, por tanto, obra de un mismo y poderoso fuego. El heraldo les advierte a los espectadores que la insuficiencia del genio sólo puede ser completada por la capacidad del espectador para «multiplicar un hombre por mil»; que es el pensamiento del espectador el que realmente viste, transporta, atreza, sintetiza y ordena. Las palabras del heraldo sirven para Enrique V y para cualquier otra función teatral. Incluso para cualquier promesa de ficción escrita o representada. Ese fuego de la musa tiene que arder en cada acto teatral, y en lo que convierte en teatro cada acto de nuestras vidas. En algunos puntos cruciales de la Historia del Teatro y de la Historia de la Historia, se reproduce esa combustión combinada que Shakespeare planteaba en su Enrique V. O Lorca en su Comedia sin título, en la que el barrunto de una guerra sonaba fuera de las paredes del teatro hasta que lo cercaba para acabar finalmente invadiéndolo. En 1944, cuando la Segunda Mundial no había concluido, permanecía el trauma del Blitz y se estaba preparando Normandía, el Gobierno británico, produjo con Laurence Olivier la película Enrique V, a cuyo inicio se proclama que la película está tributada «al mando y a las fuerzas aéreas de Gran Bretaña». De hecho, se realizó para moralizar a esas tropas, por lo que el propio Churchill estuvo al lado de Olivier. El director –además de encarnar a Enrique V– quiso darle el papel del heraldo, del maestro de ceremonias, al actor Leslie Banks, que entonces tenía cincuenta y cuatro años. Y una amplia carrera en el teatro y el cine (¡había sido el malvado Conde Zaroff1). Pero también… en la guerra, de la que le habían quedado marcas que resumían en su rostro las dos máscaras del teatro: la de la tragedia y la de la comedia. Olivier no sólo estaba escogiendo a un actor sino a alguien que conocía, en carne propia, el fuego teatral y el fuego real. En la Primera Guerra Mundial, siendo soldado del Regimiento de Essex, Banks fue herido hasta el punto que su cara quedó paralítica en uno de sus lados. La voz, una estupenda voz de teatro, le quedó intacta, lo que le permitió hacer dramáticos en la radio, ¿pero cómo gestionar en los escenarios y en pantalla sus dos mitades? Banks acordaba mostrar su lado sano en las comedias y el herido en las tragedias. Así, Leslie Banks, un actor, escasamente recordado, se convirtió, sin embargo, en el personaje total del teatro de operaciones sobre el que nos mantenemos.

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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