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Bernardo Sánchez Salas

Material escolar

Una década prodigiosa

Creemos que los mundos paralelos son otros, otros mundos, activados desde algún punto simultáneo pero extraño a este nuestro, que es el que damos por real, al que otorgamos certificado de autenticidad. Y estamos muy pero que muy equivocados: el mundo paralelo, muy al contrario de la idea que nos hemos hecho, somos nosotros, amigos y amigas de Planeta Azul. Los raros, los vicarios, los virtuales, los contingentes, los secundarios somos nosotros, con nuestros temas menores y nuestras quisicosas y nuestras ínfulas y nuestro lenguaje común y nuestra servidumbre. Somos nosotros la copia, el simulacro, los SIM. No hay más que, esta semana, leer en la prensa la transcripción de las conversaciones telefónicas mantenidas, ¡hace casi una década!, entre Villarejo, Cospedal, Armengol, Aguirre, de La Rosa y Martínez para desengañarnos de cualquier ilusión de protagonismo y comprobar una vez más dónde radica el verdadero centro de operaciones de lo real y el núcleo duro del sistema: sus claves, su caja negra, su jefatura, su tanque de pensamiento, su religión, su compadreo, el corte del bacalao. Las altas esferas en las que se mueve el elenco que maneja son un sótano de gargantas profundas, sobreentendidos, compadres y medias identidades (el Inda, Paco, Pepe, mi amigo José Luis, el Prada, éste de La Rosa, Eugene, la Espe), genéricos (el Ministro, este hombre, este tipo, el presi, ese amiguete, el banquero, el testaferro), virtudes del más alto rango («Transparencia y Justicia es mi verdugo», frase inflamada de Esperanza –otra virtud teologal– digna de un drama histórico del XIX), epónimos (uno redondo: «el cabrón del cabrón»), laconismo (Cospedal: «Sí», «Ya», «No», «Bueno, bueno», «Totalmente», «Bueno, bueno»; Martínez: «Ajá»), dialéctica interna (cita literal: «Villarejo: «No, no»; Aguirre: «sí, sí»), mensajes cifrados (la ‘libretita’, «Diligencias, ésa es la clave»), buenas palabras («Tú confía», «Tú no te preocupes que yo voy a estar al loro»), simpáticos modismos («llevárselo de gordo», «a mí, qué coño», «por el morro», «es un choricete», «¡Pero qué me estás contando!», «¡Joé, estoy a mil cosas!», «aquí estamos un poco tiesos»), trágicos desenlaces (éste, por ejemplo: «Villarejo:… y una vez que entren o salgan, se les filma ese día, y están muertos»; Martínez: «ya»; Villarejo, sentencia: «y están muertos») y un programa de autoborrado, algo que sólo está al alcance de quien controla lo que existe y lo que no existe, lo que ha tenido lugar y lo que no, lo que sucede en Las Vegas pero no sale de las mismas (Villarejo: «Espero que esta conversación no exista»;  a lo que responde Aguirre: «Todo lo que se diga aquí… Es que no hemos estado»; u otro momentazo parecido: Aguirre le dice a Villarejo: «No se trata de que no tomes iniciativas, sino de que cuando te pregunten…», y Villarejo, al rebote: «Cuando pregunte diré; Nada. Nada»; a lo que añadirá el excomisario: «Ya está en toda sustanciada», frase cumbre y especialmente enigmática, por el propio caso de sustanciación al que alude pero también por la falta de algún elemento gramatical, seguramente insustancial, pero bueno, ellos son lo que saben. Y serán Armengol, Villarejo y Aguirre quienes clausuren este brillante pasaje de temática existencial con tres réplicas seguidas, una escalada antológica y ontológica en la dramaturgia universal. Dice Aguirre: «Lo que sería conveniente es que no le dijeras a los abogados tuyos que yo estoy detrás»; a lo que responde Villarejo, atención: «No, no existes. Esto no existe»; y la frase que cierra de Aguirre, una vez que por gracia ex machina del excomisario ya no existe: «Como comprenderás, lo que me estás diciendo es música para los oídos») y una moraleja final (a cargo del tío que le susurraba a las carpetas: «No, si buenas personas somos todos»). Uno lee todo esto y siente que día tras día se le está escapando a chorros lo que realmente sucede, lo que circula por canales no accesibles a los mortales, ilusos, nosotros y nosotras; asuntos mollares todos ellos que se desclasifican con cuentagotas al cabo de diez años, cuando ya se estarán produciendo otras conversaciones que sustanciaran la década siguiente, aunque al final todo quede en nada, nada. Y es una pena porque, lo leído, hasta contenía un modelo de reforma laboral: «es una forma sutil de no largar a un tío, ascenderlo, ¡coño!»

Temas

Espacio de opinión en el que se aúnan las artes escénicas, el panorama político, el cine, la radio, y la televisión. Además de la cultura en general y la vida en particular. Su autor es Bernardo Sánchez Salas, escritor, doctor en filología hispánica y guionista.

Sobre el autor

Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961) Escritor, Doctor en Filología Hispánica, guionista de cine y televisión y autor teatral: Premio Max en 2001 por la adaptación escénica de la película El verdugo y adaptador, también, de obras de Arthur Miller (El precio, nominado en 2003 al Max a la mejor adaptación), Tirso de Molina (La celosa de sí misma), Antonio de Solís y Rivadeneyra (Un bobo hace ciento) –ambas para la Compañía Nacional de Teatro Clásico-, Aristófanes (La asamblea de las mujeres), Edgar Neville (El baile), Howard Carter Beane (Como abejas atrapadas en la miel), Jeff Baron (Visitando al señor Green, nominado en 2007 al Max a la mejor adaptación) o Rafael Azcona (El pisito). Sus trabajos teatrales –realizados para unidades de producción públicas y privadas- han sido dirigidas por Luis Olmos, Jorge Eines, Tamzin Townsend, Juan Echanove, Sergio Renán, Esteve Ferrer, o Juan Carlos Pérez de La Fuente. Es también autor de textos teatrales originales como Donde cubre y La sonrisa del monstruo (dirigidos por Laura Ortega para la RESAD), El sillón de Sagasta (dirigido por Ricardo Romanos) y La vida inmóvil (dirigida por Frederic Roda). Ha publicado estudios sobre el dramaturgo del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado algunas de sus obras; fue corresponsal de la revista El público. Autor del conjunto de relatos Sombras Saavedra (2001), publicado por José Luis Borau en “El Imán” y de monografías individuales y/o colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, Eduardo Ducay, Antonio Mingote, Pedro Olea, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine.


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