Si la desafección política es la distancia que separa a la ciudadanía de sus representantes (o de quienes aspiran a serlo), no parece mala idea que, ya desde pequeños, se inculce a las futuras generaciones la necesidad de participar en la vida democrática (y de concienciarles en los asuntos de interés general) más allá de votar cada cuatro años.
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