Los más de 30 grados que estamos viendo en los termómetros día sí y día también este caluroso septiembre no hacen adivinar que el otoño está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, por estas fechas toca ya comenzar a planear el cambio de temporada en el armario para que empiecen a desaparecer las ropas veraniegas y florezcan los pantalones largos, las chaquetas y las cazadoras de ‘entretiempo’.
Yo ya he hecho el cambio en mis armarios, pero no ha sido precisamente por ser más previsor que el resto y anticiparme a la llegada del fresco. Ha sido causado por una obligación derivada de Objetivo 25 kilos. Si el otoño es la temporada de la caída de las hojas, el verano ha sido para mí el tiempo de la caída de mis kilos y me ha forzado a descolgar perchas y a revisar bolsas de ropa olvidadas en el trastero.
Es lo que tiene haber perdido ya 18,7 kilos. Mi último paso por la moderna y chivata báscula del Centro de Nutrición y Dietética Nutrium desveló que las dos últimas semanas había dejado atrás otros 2,3 kilos y que ya me voy acercando a las dos cifras. 103,5 kilos es mi peso actual. Lejanos quedan ya los 122,2 con los que empecé… y espero que se queden ahí, en la distancia, para siempre, y que no se acerquen ni un poco nunca más.
Paula Fernández me mostró el primer Análisis de Composición Corporal que me realizó en la sesión inicial, el pasado 14 de junio, y el actual. La comparativa resultó asombrosa. Aparte de la cifra global del peso perdido, es alucinante ver uno junto a otro y confrontar algunos datos. Como el de la Masa Grasa, que ha pasado, de momento, de los 51,7 kilos del origen a los 34,5 actuales (42,3% del peso al 34,5%), lo que me ha supuesto pasar de un estado Obeso a otro Alto pero bordeando ya lo saludable, y de un peso según el IMC que me situaba como un caso de Obesidad de Grado I, cercana al Grado II, a un tipo con un sobrepeso algo más natural pero que todavía es mejorable.
Me encuentro como nunca. No recuerdo el momento en el que me pude sentir mejor. Si no fuera por el dichoso tendón de Aquiles, diría que estoy cerca de mi imperfección más perfecta a la que aspiraba en un principio, con visos de superar mis sueños más optimistas.
Así que ahí estoy, siguiendo los consejos de Paula y aplicando su variada y sana oferta alimenticia (atentos al próximo post, en el que voy a daros todas las recetas y menús saludables que hemos visto hasta ahora y algunos nuevos, de cara a comer bien en este septiembre que se suele marcar como la vuelta (o el inicio) de las buenas costumbres y el abandono de los vicios estivales). Y, además, continúo sudando la gota gorda a las órdenes de Roberto Molina en el Centro de Fisioterapia y Medicina Deportiva Las Gaunas en esa combinación perfecta de equilibrio alimenticio y deportivo.
Como se puede ver en la foto del comienzo de Objetivo 25 kilos y la actual (no tenía una imagen en la que estuviera solo, así que os pongo ésta en la que salgo con mi mujer y ya de paso os presento a otro de los pilares básicos de este reto –aquí mi querida Carolina, aquí mis queridos lectores, amigos y seguidores-), mis ropajes han cambiado un poco. Me he visto obligado -¡bendita obligación!- a despojarme de las camisas amplias y los pantalones más bien anchos y ya me atrevo con otros más ajustados en ambos casos.
El caso es, como os decía, he hecho la tradicional limpia de ropa y he sacado del armario las camisas que ahora me hacen verme como la reencarnación del desaparecido Demis Roussos y sus blusones (sí, el enorme cantante griego que entonaba la mítica ‘Mañanas de teciopelo’, esa en la que los españoles de pro convertimos el estribillo real de ‘triki, triki, triki, triki, triki, mon amour’ en el más castizo de ‘triki, triki, triki, triki, triki, mamabu’). También he desechado una docena larga de pantalones (por dios, que mi mujer no lea este post…) que ahora me servirían para disfrazarme en una función de payaso y que precisarían, en caso de que me los pusiera, de un cinturón de garantías para evitar dejarme con mis vergüenzas al aire si le diera por aflojarse y dejar a su libre albedrío la prenda que sujeta. Las dos tallas que he perdido junto a los centímetros que va restando el metro de Paula son los culpables de que los pantalones que antes no soñaba ni con abrocharlos, ahora me entren sin problemas y más que holgados por toda la pierna y la cintura sin necesidad siquiera de desabotonarlos. Todos ellos han ido a parar al trastero.
Quizás debería haber hecho caso a mi señora esposa y deshacerme de toda esa ropa. Estoy convencido de que esta vez sí, de que va a ser la definitiva, que no voy a tener que volver a abrir esas maletas y bolsas más que para vaciarlas y dejarlas libres para otros usos. He aprendido y he trabajado para llegar a adquirir unos hábitos de alimentación y deportivos saludables. Sigo aprendiendo y trabajando. Y estoy seguro de que aprenderé y trabajaré más en el futuro, gracias a todo lo que me están haciendo interiorizar Paula y Roberto. Pero ahora las veo como ese arnés de seguridad que me impide caer, que está ahí por si acaso fallo. Ahora no, quizás más adelante. Seguro que sí, pero más adelante.
Eso sí, he recuperado ropa de hace una década. Esa que si intentaba embutirme en ella me hacía parecerme a Hulk en pleno proceso de transformación y destrucción. Yo creo que la mayoría de esas prendas sigue de moda, pero quizás ahora os encontréis conmigo por la calle y me veáis transformado en ‘el hombre desactualizado’ y me oigáis expresiones viejunas como ‘chachi piruli’, ‘mola mogollón’, ‘qué pasa, tronco’ o ‘flipo en colores’. ¿No dicen que las modas vuelven, que son ciclos y todo gira para regresar más tarde o más temprano? Pues yo he reciclado mi moda pasada a la fuerza.
Puede ser que en unas semanas, cuando ya esté muy cerquita de alcanzar la meta de mi reto, me lance a las tiendas en un arranque de consumismo desatado al estilo de Radio Futura y su ‘Enamorado de la moda juvenil’ (¡No! Otro arranque ochentero… ¿Me estaré quedando ya obsoleto? ¿Recuperaré las hombreras y los colores estridentes a lo Tino Casal?).
Que se prepare la temporada otoño-invierno porque voy a por ella… si el tiempo (caluroso) no lo impide y la presidenta del estado independiente de mi casa no se opone demasiado a ello.