Vaya por delante que nunca me han gustado los conciertos educativos. Creo que el estado debe establecer el mismo tipo de educación plural para todos, que tendría como único ideario la constitución; los colegios privados de las distintas creencias pueden tener su ideario particular, pero no sostenidos con fondos públicos, porque las creencias suelen chocar, a veces, con la constitución, sobre todo en la no discriminación por razón de sexo.
Conviene recordar que la gran baza de la escuela pública ha sido, en general, la mejor formación del profesorado: tradicionalmente el profesor de la escuela pública ha tenido mejor salario y menos carga lectiva que su colega de la privada o concertada, por lo que casi todo joven licenciado que ha querido dedicarse a la enseñanza ha preferido trabajar en la enseñanza pública. Claro que esto requiere preparar las oposiciones, lo cual exige un esfuerzo, una preparación y unas condiciones intelectuales altas. Así, los profesores mejor preparados suelen acabar en la enseñanza pública y los que no han podido ganar las oposiciones, o han preferido no hacer el esfuerzo, acaban en las otras enseñanzas, en algunos casos por medio de la tía monja.
Ahora el gobierno del PSOE anuncia la equiparación salarial entre los profesores de la enseñanza pública y la enseñanza concertada, profundizando en ese igualitarismo que sólo se atreve a poner en práctica en la enseñanza, tal vez por su mala conciencia por no hacer política social donde debiera: economía, trabajo, vivienda, etc. En ese contexto, para que todos los profesores sean iguales, las plazas de los centros concertados se deberían cubrir también por oposición, pues lo contrario sería una burla a los funcionarios docentes con largo historial de traslados, aunque supongo que eso no lo consentiría la patronal de la enseñanza privada, que alegaría su ideario, y todos vemos cómo este grupo le tiene tomada la medida al gobierno, ahora que han comprobado que quien se manifiesta saca tajada.
Sólo quedaría el remedio, para mantener la teórica igualdad de trato, de extender esta equiparación a toda la administración -aunque me temo que esto obligaría a despertar, incluso, a los dormidos sindicatos-, porque, a pesar de que a algunos les gustaría, podría resultar demasiado incendiario y obsceno dar igual validez oficial al sistema de acceso por oposición y al dedo arbitrario de la tía monja.