Choca, en los tiempos que corren de corrupciones urbanísticas y municipales, de precios de la vivienda por las nubes -la Unión Europea nos ha llamado, otra vez, la atención- de treguas, negociaciones y estatutos que pueden poner en cuestión el modelo de Estado, o parecer que se da validez a la «estrategia de las pistolas», como método para conseguir unos fines, que el ministro Sevilla no tenga mejor cosa que hacer que molestar a los funcionarios.
Tendría sentido esa preocupación por los funcionarios, si fuese motivada, por ejemplo, por los distintos sueldos que cobran, según hayan sido transferidos o no a ciertas comunidades autónomas, pues no mantener el principio de «a igual trabajo: el mismo salario» es, cuando menos, injusto, pero no, eso parece que no le importa mucho al ministro; lo que le preocupa es que sigan en su puesto si no rinden en el trabajo. Para evitar esto, quiere inventar algo que le permita cambiarlos de puesto, si no rinden. Y yo me pregunto: ¿es que ahora, si un funcionario no rinde, hay que aguantarlo en su puesto? ¿Yo llevo casi treinta años de funcionario y no lo sabía! Entonces, ¿para qué están los inspectores y los jefes?
Seamos claros: a los funcionarios la competencia se les supone -como a los militares y a los toreros el valor- porque son los mejores de sus respectivas oposiciones, aunque ya sé que a algunos políticos no les gusta el sistema de oposición, y me temo que es precisamente por eso: porque da el puesto a los mejores, no a los afines. Ahora se habla de hacer una entrevista para acceder al funcionariado, ¿por qué no se atreven ya, de una vez, y piden el carnet del partido para ser funcionario?
Esto tiene toda la pinta de ser una maniobra para colocar en los mandos funcionariales a personas afines. ¿Y no sería mejor, digo yo, imitar a otros países que tienen funcionarios hasta el cargo de director general? Claro que, entonces, no se podría cambiar a tantos, cuando hay nuevo Gobierno, y esto de colocar al personal en la administración, para algunos, más que un medio, parece un fin. Si es por eso, mejor hacer como Carod-Rovira, que, según se lee en la prensa, tiene doscientos nueve asesores cobrando un millón al mes. Y encima así se les podría pedir, para el partido, el veinte por ciento del sueldo. O más.