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PERVERSIONES DEL SISTEMA ECONÓMICO

Llama poderosamente la atención que adalides del libre mercado y de la libertad empresarial, que temblaban ante la palabra “nacionalización” y todo lo arreglaban con la frase “el mercado se regula solo”, sean ahora los impulsores de una intervención general, para salvar a grandes empresas en dificultades. Sorprende esta actitud en ciertas instituciones porque choca con su filosofía económica y, de paso, muestra alguna de las contradicciones y perversiones del sistema económico que se ha dado en llamar “capitalista”.

No deja de ser cómico, si no fuera trágico, que el Estado tenga que acudir a salvar a una empresa, por ejemplo a un gran banco, que por su mala gestión y, en el fondo, por su avaricia, está al borde de la quiebra; y lo hace, naturalmente, con dinero público, o sea con dinero de todos, incluso con el dinero de ese ciudadano al que el banco no quiso salvar de su quiebra particular y ejecutó el desahucio de su vivienda. O sea, hablando en plata, el Estado hace con el banco lo que éste no hace con sus clientes, porque el sistema perverso no lo permite, o, dicho de otro modo, el pagano siempre es el mismo: el ciudadano de a pie. Esto, aunque ya fuera sabido, irrita por lo que tiene de injusto: las bonanzas las aprovechan unos, las crisis las pagan otros. Habría que reflexionar en si es sensato que un banco pretenda ganar, cada año, un 20 % más; esto obliga, a los pocos años, y lo sabe cualquiera que entienda el interés compuesto, a tomar unos riesgos de inversión exagerados, que acaban como acaban.

Hemos llegado a un estado de cosas en el que casi nadie discute el sistema capitalista ni propone su matización, ni la izquierda ni la derecha ni los sindicatos, a pesar de que tarde o temprano ha de entrar en colapso, ya que el crecimiento continuo no es viable y en algún momento ha de parar, pero se prefiere cerrar los ojos y confiar en milagros, si bien es justo reconocer que este sistema ha traído bienestar en algunas zonas del planeta y no se quiere renunciar a ese bienestar; aunque no se deberían nunca permitir las perversiones del sistema, esas perversiones que llevan a dudar de la equidistancia que los gobernantes deben mantener entre empresarios y trabajadores. La pregunta que se hace el ciudadano, cuando suceden estas situaciones de quiebra empresarial inesperada es: ¿dónde ha ido a parar el dinero que falta? Sería mucho más justo buscarlo, donde esté, que sacarlo del bolsillo de los ciudadanos, cansados de pagar siempre la cuenta. Y sería menos perverso.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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