El otro día, un cirujano me comentaba que había realizado dos operaciones a una paciente norteafricana, por valor de varios millones de pesetas, y criticaba el despilfarro español de la Seguridad Social, que se estaba convirtiendo en el Seguro Universal de medio mundo. El método, bastante generalizado por lo que parece, utilizado por la paciente, consiste en tener un familiar que haya conseguido un certificado de empadronamiento, o los papeles que sean necesarios para tener acceso a la Seguridad Social; entonces, realiza un viaje a España y se opera, al esgrimir consideración de familiar dependiente, y, una vez restablecida, regresa a su país con el problema quirúrgico resuelto, a cargo de esa O.N.G. universal en que se está convirtiendo el Servicio Nacional de Salud.
El caso, considerado de forma individual, es una buena obra de caridad cristiana, aunque la paciente fuera musulmana, en absoluto criticable; sin embargo, considerado como vía de acceso irregular a servicios pagados con fondos públicos, al igual que esos jubilados europeos que tradicionalmente han abusado de los servicios médicos españoles, es una sangría para las debilitadas cuentas de la Seguridad Social. Y esta facilidad para atender a foráneos contrasta con el, a veces, quisquilloso puntillo en el caso de nacionales –pruebe usted a acudir a un ambulatorio que no le corresponda y verá lo que ocurre-.
Este trato de favor al extranjero no es exclusivo de la Sanidad, sino que se da, a menudo, en la Administración, por miedo a parecer xenófobo. Viene a mi memoria el caso de un centroeuropeo, aficionado a la pesca, que residió en mi pueblo riojano un par de años –afortunadamente para los peces ya se ha ido- y que sistemáticamente pescaba con su caña, en época de veda, en acotado, en lugar prohibido y sin licencia, y, como única excusa ante cualquiera, decía, mostrando sus muñecas a las imaginarias esposas: “a mi que me lleven preso, si quieren”. Naturalmente nunca fue detenido ni multado. Esta permisividad contrasta con el celo de “Caza y Pesca” para con los autóctonos, a quienes, sin previo aviso, han reducido sus días de pesca anuales, en el acotado, de 3 ó 4 a sólo 1, pero las cosas de “Caza y Pesca” son otra historia. ¿Alguien se imagina, por ejemplo en la rubia Albión, a un extranjero infringiendo las leyes? Sería puesto ipso-facto en la frontera.
Estas actitudes, falsamente bondadosas, o tal vez no, pero que suponen desigualdad de trato, son caldo de cultivo para el racismo y la xenofobia. Para luchar contra estas lacras, nada mejor que hacer partícipes a todos del mandato constitucional: “… iguales ante la ley…”. Porque la caridad puede acabar en despropósito.
“ALONSO CHÁVARRI”