Aunque
Lo mismo ocurre con la utilización del nombre “España”; muchos no saben qué sinónimos utilizar, para no nombrarla –ya resulta empalagoso eso del Estado, en ocasiones muy mal utilizado- y ahora, con cada triunfo de la selección nacional de fútbol, se llena el país de gritos “España, España, España…”, hasta en lugares y comunidades donde antes era impensable siquiera imaginarlo; y de canciones patrióticas, entre las que destaca esa de “Yo soy español, español, español…”, inconcebible hace unos cuantos años, cuando hacer ostentación de españolismo no era bien mirado más que en ambientes castrenses o ceremonias oficiales de determinado color.
Es bueno y necesario que un pueblo se cohesione, que sus ciudadanos se sientan orgullosos de pertenecer a una nación, de tener un destino compartido, común y solidario; y esto España lo necesitaba especialmente. Por eso, a muchos nos produce satisfacción el ver banderas en los balcones o envolviendo a ciudadanos; y nos sentimos felices oyendo cantar y gritar esos lemas que alaban a España y lo español.
Los que hemos conocido el franquismo y la utilización grosera y torticera que hicieron del “ser español”, y, luego, en la democracia, el rechazo abusivo de estos mismos mensajes, por parte de muchos, nos alegramos de que las cosas vuelvan al cauce medio del que nunca debieron salir, ese cauce normal de sentirte orgulloso de tu país: de España. Y si está motivado por la selección española, por
“ALONSO CHÁVARRI”