Todo el mundo sabe que enero es un mes difícil, de perfil empinado y que cuesta subirlo y llegar al treinta y uno. Por un lado, los numerosos días festivos de
¿Cómo atacar esta cuesta tan empinada, en un año de crisis galopante? Muchos, aprovechan la red para mostrar su descontento; así, proliferan envíos de amigos en los que, a modo de cadena, se cantan las cuarenta a gobernantes, políticos y similares, por su nefasto manejo de la crisis. Desahogarse puede ser una buena terapia para esta cuesta de enero –más dura por las medidas de Gobierno: congelación de pensiones, bajadas de sueldo, recortes varios…-, aunque sea por Internet, y decir, a quien quiera oírlo, que habría otras medidas alternativas para gestionar el desastre de la crisis, que pasarían porque los sueldos de los políticos y sus jubilaciones se pusieran al mismo nivel que el resto de ciudadanos, que los bancos devuelvan el dinero que recibieron en dicha crisis y dejen de tener barra libre a la hora de cobrar a sus clientes, que se ataje el fraude fiscal, que en España parece que es 10 puntos mayor que en Europa, que las empresas de telefonía y ADSL dejen de tener, según se dice, los precios más caros de
Todo esto, seguramente, les llegará por la red, ya digo, como forma de desahogarse ante la empinada cuesta de enero que se avecina. Si les sirve de terapia, bienvenida sea, porque lo único seguro es que nadie hará caso a las propuestas alternativas.
Yo, de todas maneras, tengo una terapia propia para subir la cuesta de enero: me dedico a sembrar ajos y plantar cebollas; las herramientas de cavar: azada, legón, escardillo, morisca… tienen la virtud de limpiar la mente de fantasmas crepusculares y otras crisis y, sobre todo, dan tiempo a que llegue febrero, pues, pasados San Blas y santa Águeda, la vida parece que ya es otra cosa. O debería serlo, si no nos la amarga el Gobierno con nuevas medidas. Si, esas que están pensando. No las alternativas. Desgraciadamente.
“ALONSO CHÁVARRI”