Ya nadie discute la importancia social del fútbol. Aquellos tiempos en los que era necesario disimular, en ciertos ambientes culturales, la afición por el deporte rey, pasaron a mejor vida; ahora, importantes intelectuales y personajes de la cultura escriben de fútbol, lo que da a este deporte un aura de dignidad de la que antes carecía. Decía Giraudoux: “El deporte es el esperanto de todas las razas”, y es cierto que nada es tan común a todas las razas y a todos los pueblos como el deporte, y, en especial, el fútbol.
Siempre ha habido deportes con más consideración social que otros; es conocido el dicho británico: “El rugby es un deporte de villanos, jugado por caballeros, y el fútbol es un deporte de caballeros, jugado por villanos”. Así, el rugby se jugaba en las universidades y el fútbol en la calle. Igualmente, ha habido deportes elitistas, cuya práctica quería significar la pertenencia a una clase social privilegiada; primero fue el tenis, cuando las pistas eran privadas y jugar costaba dinero, el que llevaba esta marca de elite, hasta que Santana lo popularizó y se construyeron pistas públicas por todo el país; luego fue el golf, por la carestía de los palos y de los clubs privados; también el pádel ha tenido ese signo, así como la vela; pero nada que ver con el fútbol, que es el deporte que más aficionados lleva a los campos y el más interclasista.
Por todo lo anterior y dada la importancia social del deporte rey, cuesta comprender cómo se le cuida tan poco, cómo se permite que los clubs tengan deudas millonarias y deban dinerales a la Seguridad Social, cómo no se dictan leyes que impidan a los clubs endeudarse más allá de lo aconsejable, cómo se permite que puedan acogerse a figuras engañosas, como la famosa Ley Concursal, etc., etc.; y, sobre todo, cómo no se toman medidas para que la limpieza de este deporte y de los árbitros, que juzgan los partidos, estén fuera de toda duda.
En los medios deportivos, se habla con frecuencia del “Villarato”, una supuesta maquinación arbitral para perjudicar al real Madrid y beneficiar al Barcelona, nacida, siempre supuestamente, como agradecimiento al apoyo barcelonista y arbitral a Villar, que le hizo ganar las elecciones a la federación española. Lo extraño, o quizá no tanto, es que alguna encuesta delata que dos de cada tres aficionados creen que existe esa maquinación arbitral.
Un deporte como el fútbol, que mueve tanto dinero, tantas personas y tantas ilusiones, merece mayor atención y, sobre todo, merece estar libre de toda duda.
“ALONSO CHÁVARRI”