EN LA CAMPAÑA ELECTORAL SE HA PUESTO EL SOL
Se acercan las elecciones del veinticuatro de mayo y, con la cercanía, aumenta la ceremonia de la confusión que suele acompañar a estos eventos. Así, mientras la ciudadanía pide cambios en la forma de gestionar la cosa pública, los políticos siguen con sus promesas electorales, sin memoria de todas aquellas antiguas promesas similares que nunca se cumplieron. Todos parecen aceptar que se acerca un tiempo nuevo, en el que los mensajes antiguos han perdido vigencia, por manidos, pero mientras unos reclaman que la política sea limpia, a la vez que se niegan a aceptar las medidas anticorrupción, otros reivindican valores del pasado, ya caducos, y, en general, cuantos más corruptos hay en las filas de un partido, más se propone, ese partido, como adalid de la lucha contra la corrupción. Esta curiosa y repetida ceremonia de la confusión, en la que es frecuente escuchar a la derecha presentar propuestas izquierdistas, mientras la izquierda es modelo de moderación y centrismo, hace buenas las palabras de Clotaldo, en “La vida es sueño”, cuando dice:
“¡Válgame el cielo, qué escucho!
Aún no sé determinarme
si tales sucesos son
ilusiones o verdades. (…)”
Siempre me ha parecido un dispendio innecesario el dinero que se emplea en las campañas electorales: llenar farolas y paredes de carteles, cuñas publicitarias, alquiler de pabellones para mítines, a los que suelen acudir militantes, ya convencidos, etc., etc.; lo malo es que hay que pedir dinero a los bancos para sufragar estas campañas -no vamos a pensar que alguna vez se haya usado financiación irregular-, dinero que, según parece, no siempre ha sido devuelto por todos los partidos, a esa banca, que cada vez nos cobra más comisiones por todo, hasta por entregarles nuestro dinero. ¡Cómo no va a haber personas que sospechen, aunque sea sin fundamento, de la relación entre una cosa y otra! ¿No sería mejor dejar reducidas las campañas a todos los debates televisivos que fueran necesarios, y dejarnos de tantos gastos de campaña electoral?
Lo que no deja de sorprenderme es la inveterada costumbre de ejecutar obra pública los meses previos a las elecciones. ¿Cuántas carreteras se han arreglado en los últimos meses? A mí siempre me ha parecido un insulto a la inteligencia del ciudadano, el dejar las inversiones públicas para el año electoral; o el sacar a la luz unos miles de millones de euros, de esos que tanto habían escaseado antes, en los consejos de ministros previos a las elecciones; o el prometer hacer lo que no se ha querido hacer antes… Claro que más sorprendente es que la ciudadanía considere la corrupción como uno de los principales males del país y, sin embargo, no lo tenga en cuenta a la hora de emitir su voto. Sin duda, tenía razón aquel capitán de “En Flandes se ha puesto el sol”, la obra de teatro de Marquina, cuando decía: “ España y yo somos así, señora.”
“ALONSO CHÁVARRI”