Parece que nos tocará votar a finales de año, si Dios, o Rajoy, que en este aspecto viene a ser lo mismo, no lo remedia. O sea que vuelven las urnas por Navidad, como dice la canción del anuncio, unas fechas en las que se es más proclive a la bondad, a dejarse llevar por las emociones y, por lo tanto, al perdón; y, como diría un clásico: ¡Pardiez, que hace falta perdonar mucho, si uno quiere entregar su papeleta de voto!
Me viene a la memoria una anécdota del pueblo, en la que un mozo, talludito y cuarentón, harto de oír a su madre recitarle la cantinela -aunque a mí siempre me ha gustado más la palabra cantilena- “Cásate hijo, cásate hijo, cásate hijo…”, le respondió, enfadado “Pero ¿con quién, madre, con quién?” Algo parecido me viene a la cabeza, cuando me hablan de votar en las próximas elecciones, porque yo, que he votado siempre y, alguna vez, a casi todos, diría: Votar sí, pero ¿a quién, madre, a quién?
Hagamos un recorrido por las posibilidades de voto que tiene un español en la próxima Navidad: Si el votante es más bien de derechas -y no es de los que votan siempre lo mismo, pase lo que pase, como aquel paisano, a quien pregunté, una víspera electoral, si tenía preparada la papeleta y me contestó: “A mí no me hace falta pensar el voto, porque mi padre fue requeté”-, se encuentra con el Partido Popular, el de la trama Gúrtel, la Púnica, las dudas sobre la financiación de las sedes, los recortes, Bárcenas, Granados, etc., etc., y hay que reconocer que resulta duro darles el voto; si el votante es más bien de centro-izquierda, se encuentra con los socialistas, los del eterno escándalo de los EREs, los de los planes ingeniosos de Zapatero, los del caso de los cursos de formación, los de Roldán, Filesa, etc., etc., creo que hacen falta muchas tragaderas para darles el voto; si el votante es nacionalista catalán tiene a Convergencia, los de Pujol y familia, los del famoso tres por ciento, que desde que fuera alcalde Maragall y lo sacara a relucir, venía dando guerra sin que nadie quisiera enterarse, etc., etc., hace falta tener mucha capacidad de olvido para darles el voto; y si el votante es de izquierdas se encuentra con PODEMOS -Izquierda Unida hace tiempo que se disolvió en la eterna duda entre sus tabúes y la modernidad-, con un discurso oficial atractivo, los de arriba y los de abajo, pero que acaba traduciéndose, en la práctica, en cambiar nombres de calles, para irritación de los vecinos, en una innecesaria vuelta a las disputas sobre la olvidada Guerra Civil, y en quitar retratos y otros símbolos de la monarquía, como insinuando que van a eliminar a la única institución que ahora nos da confianza y respeto y que cumple su función con gran profesionalidad, así resulta difícil darles el voto. O sea que me queda Ciudadanos, que son unos novatos, y la frase del principio: “Yo quiero votar, pero ¿a quién, madre, a quien?
“ALONSO CHÁVARRI”