INFANCIA Y EDUCACIÓN | La plazuela perdida - Blogs larioja.com >

Blogs

alonsochavarri

La plazuela perdida

INFANCIA Y EDUCACIÓN

Que la infancia, además de la patria del hombre, es la edad de oro de la libertad, no lo discute nadie, aunque presumo que los niños de ahora disfrutan poco de su libertad. Acabada la jornada escolar, comienza otra de actividades extraescolares: idiomas, bailes, música, deportes… todo muy organizado y con rígidos horarios, que abarcan desde la hora de levantarse hasta casi la hora de la cena. Esta rigidez horaria, también propiciada por los rígidos horarios laborales familiares, contrasta con la escasa rigidez en la educación del niño, a quien suelen permitírsele toda clase de inconveniencias educativas: mal humor y malos modos, ordenador sin control, propiedad del mando a distancia, cuando no televisión propia, móvil personal, preferencias ante adultos, etc.; y, para acabar de arreglarlo, una protección excesiva, por parte de los padres, y una fe ciega en las palabras del hijo, cuyas versiones de los hechos cotidianos son creídas, sin asomo de duda, aunque profesores o cuidadores digan lo contrario.

Llama la atención, todo esto, porque es justamente lo contrario de lo que ocurría en generaciones anteriores, no tan pasadas: el niño salía de su corto horario escolar y disfrutaba de juegos, al albur, con sus amigos, en la calle, y sólo acudía a casa para merendar o cenar; por el contrario, las normas de conducta eran rígidas, la opinión de los profesores jamás eran puestos en tela de juicio por los padres, y los castigos no eran contados en casa, por los niños, porque se transformaban en pena doble.

Me llamó mucho la atención cómo los medios daban la noticia de un profesor que se había atrevido, ¡hay que ver!, a separar la mesa de una niña de las demás mesas, supongo que harto de que la chiquilla no le permitiera desarrollar su trabajo, y señalasen el caso como escandaloso y educativamente inadmisible. Entonces me acordé de mis amigos riojanos de infancia: del aquel a quien las monjas quemaron las manos en la estufa, para que se acostumbrase a sufrir las penas del infierno por contar un chiste verde en la capilla; de los que fueron colgados en una percha por enredadores; de los que fueron castigados sin comer por hacer trabacuentas; de los que fueron puestos de rodillas con los brazos en cruz y con libros en sus manos, por no saber la lección; de los que sufrieron golpes en la cabeza, con el escantillón de avellano, por enriagores; de los que…

¡Ni tanto ni tan calvo! Aunque, si les digo la verdad, aceptaría con gusto aquellos castigos y golpes, excesivos y torpes, a cambio de aquella otra libertad de andar a nuestro aire, por andurriales eras y balagueras, de recorrer las orillas del río, al acecho de nidos y cangrejos, de correr libres por las calles del pueblo, enviando a Roma los hinques o planeando alguna rabistaca, aprendiendo a vivir, a fin de cuentas. Creo que de eso se trata.

“ALONSO CHÁVARRI”

Temas

Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

Sobre el autor


noviembre 2008
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930