Reconozco que, además del cine, me encantan esas ceremonias del glamour y la belleza que se organizan alrededor del séptimo arte, sin embargo, confieso que, en la reciente gala de entrega de los premios Goya, acabé cambiando de canal, aburrido, sin esperar siquiera a ver a mi adorada Penélope Cruz. Es cierto que van mejorando algunos aspectos de la gala: hay más glamour, ya no abundan los que confunden progresía con falta de profesionalidad y acuden a recibir sus premios en vaqueros o sin afeitar, pero siguen existiendo, a mi juicio, algunos tics, similares a los que impiden que el cine español despegue, como el del premiado que dedicó su Goya a los que están excavando fosas para reavivar la memoria histórica. ¡Hay que tener poco sentido de la oportunidad!
Es un hecho que al espectador de la ceremonia sólo le interesan media docena de premios: interpretación, película, director… y, si hay que ver la entrega de otros muchos, ha de ser de forma ágil y, a ser posible, divertida –si Julia Roberts se resiste a abandonar el estrado, en la entrega de los Oscar, o hace chistes tontos, el espectador lo agradece, porque ella es el espectáculo, igual que Penélope Cruz, pero si lo hacen tres personas anónimas que recogen un Goya de efectos especiales o de maquillaje, cansan a los loros-. También resulta aburridísimo el interminable desfile de premiados, soltando los mismos agradecimientos insustanciales y las mismas dedicatorias fotocopiadas, y el espectador acaba largándose a otro canal.
Finalmente, yo estaba convencido de que el mundo del cine era una especie de avanzadilla cultural del país, como puede ser el mundo literario o el artístico, pero estoy revisando mi convencimiento, porque, año tras año, escucho espantosos discursos de agradecimiento en los premiados y, si se está nominado a algún premio, qué menos que preparar unas correctas palabras y, a ser posible, originales; no sé, quizás les parezca a algunos que hablar malamente, como si estuvieran en el bar del barrio, es la quintaesencia de la postmodernidad.
En fin, reconozco que
“ALONSO CHÁVARRI”