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La plazuela perdida

JUBILACIÓN A LOS 67 Y PERRO LAZARILLO

La noticia de la semana ha sido el anuncio del Gobierno de retrasar la edad de jubilación a los 67 años. Era una noticia esperada, que se veía venir, revoloteando como un mal agüero, y la única duda estribaba en el “¿cuándo?” y en cuánta sería la propina. La reacción de los trabajadores ha sido diversa –la risa va por barrios- y ha tenido más que ver con la edad que con otra cosa; a los jóvenes les ha importado una higa, pues ven su jubilación como algo lejano, casi imposible; los de mediana edad lo han aceptado con resignación, conscientes de que, antes o después, les iba a llegar el “regalo”; la sorpresa y la posterior indignación han sido para los trabajadores próximos a jubilarse, a quienes la noticia ha sentado, en general, como una patada, sobre todo a algunos, que anhelaban descansar, tras casi 50 años de cotización, y ahora les ha llegado la temida “colación”.

Hay quien confía en que el asunto se arregle en negociaciones y consensos, pero yo no confiaría mucho, porque la oposición parece que es partidaria de esta medida, y los sindicatos hablarán, dirán, se quejarán, pero sabemos que perdieron, hace tiempo, la capacidad de influir, y bastante tienen con mantener sus líneas de abastecimiento económico y liberaciones, que dependen mucho de la buena voluntad de los gobiernos; otro gallo cantaría si los sindicatos viviesen de las cuotas de sus afiliados.

¿Era necesaria esta medida? Yo no lo sé, quizá sí, pero la reflexión es la de siempre: si falta dinero a la maquinaria del Estado –las clases pasivas forman parte de esta maquinaria-, lo primero ha de ser eliminar fugas innecesarias, gastos superfluos, subvenciones llamativas por redundantes, asesorías excesivas y dudosas; corregir ese pozo sin fondo en que se ha convertido el servicio nacional de salud, que es casi un servicio mundial, a tenor de los usuarios que llegan de cualquier lugar –yo sí estaría de acuerdo en que el usuario pagase un euro por cada visita médica y, también, el primer euro de farmacia-; coser el saco agujereado que ha llegado a ser Educación, con concertaciones desmedidas y lujosas, excesivos departamentos, etc., etc.

Lo más llamativo es que esta necesidad recaudatoria, que también va a afectar a las futuras clases pasivas, con la anunciada reforma de las pensiones, llegue al año siguiente de derrochar a manos llenas: regalo de 600 euros al contribuyente, sin haberlo pedido nadie, medidas anticrisis, etc.; es como si instancias superiores, tal vez europeas, hubieran llamado la atención al Gobierno y éste diera marcha atrás. Tanto si es así, como si simplemente ha sido una toma de conciencia de la necesidad, la sensación del contribuyente es que se dan palos de ciego. Y sin perro lazarillo.

“ALONSO CHÁVARRI”

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Por Jesús Miguel ALONSO CHÁVARRI

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