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Javier Tourón

Talento, educación, tecnología

Mi hijo tiene alta capacidad, ¿se lo digo?

Esta es una duda común que suele asaltar a los padres, a veces también a los profesores. Entre el ‘no se lo digas, que se lo creerá’ y el ‘díselo, ¿cómo va a desarrollar si no su capacidad?’ se encuentra todo un abanico de opciones. Aquí va mi reflexión al respecto.

Se habrá observado que no titulo: ‘mi hijo es superdotado, ¿se lo digo?’ Y lo hago porque su hijo no es superdotado: tiene una determinada capacidad. Y ¿no es lo mismo? Desde luego que no. La capacidad es una cuestión de grado y, además, se refiere a dimensiones específicas. Es decir, que tenemos -de ordinario- puntos fuertes y puntos débiles. Pero no hay, no existe, algo así como un rasgo distintivo o atributo que unos tienen y otros no. Por tanto, no es posible decir que su hijo es superdotado, o si se dice, no debería hacerse dando a entender que se trata de un rasgo fijo e inmutable. Y, por favor, menos aún como un CI o como una etiqueta. Eso sería lo fácil, pero también lo equivocado. ¿Cómo es posible que haya quien diga ‘mi hijo es superdotado porque tiene un CI de 130’ o, ‘mi hijo no es superdotado porque tiene un CI de 127’? No tiene mucho sentido.

Por tanto, si en lo que está pensando es en decirle a su hijo que ES superdotado: olvídelo. Cometerá un error y lo dejará perplejo, confuso y preocupado. Entre otras cosas porque no sabrá muy bien lo que le está diciendo, ni qué significa. O peor aún, creerá que es un niño “rarito”, de esos que lo saben todo.
Ahora bien, pensemos que si la educación es un proceso de gradual responsabilización de seres libres, el autoconocimiento es esencial. Conocerse a uno mismo es crecer en libertad, crecer como persona, en definitiva, educarse. Por ello parece esencial ayudar a nuestros hijos a conocerse, para que puedan aceptarse y responsabilizarse progresivamente de sus propias vidas. Éste es el ejercicio propio de la autoridad educativa, entendida como servicio, que ejercen los educadores (padres, profesores, amigos) sobre los educandos. Y es que la educación es, sobre todo, autoeducación.

Entonces, si su hijo no es superdotado, ¿qué es? La verdad es que no es más que un proyecto con, inicialmente, algo más que dudosas potencialidades. Tiene un regalo, pero también una tarea encomendada. O sea, que cada uno tiene sus capacidades, diversas, y en más o menos grado, y por eso tendrá que hacer algo por sí mismo (aunque sea con ayudas) para desarrollarlas.

¿De qué jactarse si uno no ha hecho nada para recibir lo que tiene? Pero como lo tiene, debe responsabilizarse de su desarrollo; nadie hará crecer tu potencial por ti. De ahí lo que decía en el párrafo anterior: la educación, principalmente, es autoeducación. Somos protagonistas de nuestra propia educación, pero protagonistas precarios, es decir necesitados de ayudas.

Lo que su hijo tiene, por lo dicho, es un potencial, una o más capacidades, una serie de dimensiones de su personalidad (en sentido amplio) que podrán aplicarse a un determinado campo de trabajo, del saber, de las artes, del deporte, de la actividad humana en suma. Y en razón del potencial de uno, tiene un trabajo por llevar a cabo, tanto más cuanta más capacidad.

¿Cómo puede, entonces, ocultársele a un hijo su extraordinario potencial para alguna o varias actividades intelectuales, artísticas o deportivas? ¿Cómo podría llegar a ser un buen jugador de algo si no le decimos que tiene condiciones para ese algo? Naturalmente porque tiene determinadas condiciones, pondremos los medios a nuestro alcance para que las desarrolle y aplique.

Así pues, dado que el desarrollo personal es una combinación entre potencial (capacidad), medios y trabajo, se entiende bien que sin trabajo, el potencial se convierte en una mera realidad virtual.

Por otra parte, su hijo ya sabe que no es como los demás, que aprende antes que ellos, que tiene una sensibilidad para las relaciones personales y los problemas sociales muy especial, que sufre con lo que otros quizá se ríen, que sus intereses no coinciden demasiado con los de sus compañeros, que… ¿a que les suena todo esto?

Olvidémonos, pues, de etiquetas absurdas y pongámonos manos a la obra, que la tarea de desarrollar la capacidad de uno será larga pero apasionante. ¿No lo es acaso la educación de cualquier hijo?

Su hijo no es un “friki” por tener altas capacidad, y tiene que saberlo; es como otros miles de niños y jóvenes. Lo importante es que le ayude a ver que todos somos distintos, con puntos fuertes y débiles, y que algunas personas tienen puntos fuertes muy destacados como él o ella, por eso tendrán que trabajar duro para realizar todo su potencial. Utilizar ejemplos de los deportistas, músicos, pintores y otras personas eminentes le ayudarán a explicarle la distancia que media entre tener capacidad para algo y llegar a realizar esa capacidad.

También es importante que comprendan que pueden tener un papel muy destacado de servicio a los demás, que su potencial bien encauzado puede ser motor de grandes logros que para otros no son posibles. Tenemos que enseñarles a que se gusten (sin narcisismos), a que se acepten y a que luchen por mejorar cada día como, por otra parte, hacemos todos los demás.

Finalmente, tenemos que ayudarles a ser felices. Pero la felicidad no se logra si uno no sabe quien es, o cómo es, o qué puede lograr en esta vida. O si lo sabe y se lo niegan una y otra vez. Desde luego es difícil lograr la felicidad si no nos permiten desarrollarnos como personas, de alta capacidad, sí, pero personas.

Yo, sin duda, con plalabras y ejemplos sencillos se lo diría. Y luego haríamos planes y lo celebraríamos. ¡Ah! y le pediría que de vez en cuando le echase una mano a su hermana/o que le cuesta la geometría… pero sin descuidar su propio proyecto de robótica…

En suma, le ayudaría a conocerse y a luchar por sus proyectos e ilusiones. Y no le ocultaría, pero sin dramatismos, que crecer es complicado pero que merece la pena dar lo mejor de uno mismo para ponerlo al servicio de los demás.

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Sobre el autor

Vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), es Catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación. Doctor en Ciencias de la Educación y Ciencias Biológicas. Convencido de que 'El talento que no se cultiva se pierde' ha dedicado gran parte de su carrera académica e investigadora a los alumnos de alta capacidad intelectual, su identificación y promoción educativa; encontrando en la correcta utilización de las nuevas tecnologías y la innovación educativa caminos para lograr sistemas educativos excelentes capaces de promover y alentar el talento y las capacidades de todos los alumnos.   MÁS SOBRE EL AUTOR


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