Realmente han corrido ríos de tinta sobre este asunto. No deja de ser curioso, sin embargo, que nos planteemos centrar en el alumno el modelo de escuela o centro educativo, cuando es el alumno la razón de su existencia. Ya lo señalé en diversas ocasiones, creo que la primera vez allá por los noventa, el aprendizaje tiene un único protagonista: el aprendiz. A pesar de ello, la escuela se empeña en tratar a todos los alumnos de un modo igual, orientada a un modelo deductivo de aprendizaje y obligando a que todos aprendan lo mismo, a la misma velocidad, con la misma amplitud y profundidad. Pero claro, la realidad, que es muy terca, nos enseña que todos los alumnos son diferentes en intereses, motivación, capacidad y velocidad de aprendizaje, etc. Solo son iguales en edad (y, a veces, ni eso). Y, claro, si solo se parecen en edad y los tratamos del mismo modo estamos aceptando que todos los estudiantes de la misma edad tienen las mismas necesidades educativas… un dislate. Es como intentar “calzar a todos lo niños con zapatos del mismo número”.
En esta conferencia que ofrecí a un nutrido grupo de profesores de la República Dominicana reflexiono sobre las razones por las que el modelo escolar tiene que cambiar, sobre la naturaleza del aprendizaje (más allá y antes del COVID), y sobre el papel de la tecnología y cómo nos puede ayudar a implantar una pedagogía diferencial que satisfaga dos objetivos centrales de la educación, a mi entender: a) que los alumnos desarrollen plenamente su potencial y b) que sean felices. Espero que os resulte de interés y cuando os digan que esto es una teoría imposible de llevar a la práctica, que estén atentos al estudio que estamos lanzando con Renzulli Learning (www.renzullilearning.com/es/). No solo es posible, es una realidad en miles de escuelas alrededor del mundo.