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Sergio Pérez

Testigo de cargo

Batman contra Rajoy

Que Rajoy es Superman no se discute: fue el elegido para poner en práctica la última mayoría absoluta de nuestra democracia y, ya se sabe, nuestra democracia arrastra algunas inercias del viejo régimen en las que la separación de poderes queda bajo sospecha. Porque en nuestro país la interdependencia entre poder judicial, legislativo y ejecutivo es, en ocasiones, demasiado ininterrumpida. Y así es que en aquel Elegido, en Rajoy, confluyeron todos los poderes, que es el modo en el que el Presidente se hizo superpoderoso; sin dejarse ver, se quitaba las gafas, se enfundaba la capa y arreglaba las cosas a su manera (una Ley por aquí, un nombramiento judicial por allá). Él creía que no le reconocíamos.

Los superhéroes representan de modo palomitero algunas tensiones sociales y políticas propias de nuestras rutinas, sustanciando en perfiles apolíneos e interacciones maniqueas asuntos complejos. En su última superproducción (Batman V Superman: El amanecer de la justicia) la Warner recupera un argumento ya guionizado en cómics anteriores, según el cual Batman –que tiene que ganarse el poder con mucho trabajo previo– pretende poner a raya a Superman, que llegó a la Tierra con poderes de serie. En realidad, el kryptoniano tiene muchos enemigos, ya que su “mayoría absoluta” irrita en la película incluso a los propios representantes democráticos, que exigen al superhéroe que se presente en el Capitolio para dar cuenta de sus modos. Y es que no se puede ir por ahí haciendo el bien a discreción, sin contar con el personal.

Ahora la trama ha dado un giro de guion magistral. Batman puso a punto todo su arsenal tecnológico para contrarrestar el superpoder de Superman, le arrebató la mayoría absoluta a fuerza de kryptonita, Gürtel e incumplimiento del déficit, y, cuando ya está a punto de lanzarle el mandoble final, sucede que el Congreso se atora hasta diluirse: no hay nuevo gobierno y ni siquiera puede controlarse al actual, en funciones.

Lo cierto es que parecemos estar lejos de cualquiera de los dos finales que acabarían con el poder desorbitado de Clark Rajoy Kent. En la película, solo otro superpoder kriptoniano, otra mayoría absoluta, acaba con Superman (un monstruo feísimo muy poco identificable con las armoniosas fachas de Rivera y Sánchez). La otra alternativa puede parecer aún más fantasiosa, pero es la única que posibilitaría que nuestra democracia deje de ser un tebeo: en una viñeta histórica, es el propio Superman quien le confía a Batman un anillo de kryptonita para que lo utilice contra él cuando use indebidamente sus superpoderes… Sí, ¡¡Superman pone a disposición la única arma con la que se le puede controlar!! A ver para cuándo una Ley Orgánica basada en esa viñeta; la Ley Orgánica de la Kryptonita sería un buen nombre.

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