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Alberto Gil

Los mil vinos

Paisajes Culturales del Vino: la 'zona cero'

La inclusión en la lista indicativa de la Unesco de la candidatura Paisajes Culturales del Vino ha encendido la comarca de La Rioja Baja y ha evidenciado una falta de información sobre lo que Gobierno vasco y riojano pretenden. Vista la situación actual del paisaje vitícola riojano y la desprotección legislativa ante casos como la subestación eléctrica de Haro, las autopistas, carreteras, gasoductos, concentraciones parcelarias, reestructuración de viñedos, etc., me parece a priori difícil lograr que la Unesco nos conceda la protección que nosotros no hemos dado a nuestro entorno ni a nuestros mejores viñedos. Pero, al margen de esta cuestión, el Gobierno riojano no ha jugado, ni mucho menos, bien las bazas. El desconocimiento de la candidatura por parte de todo el sector, Rioja Alta incluida (no sé si sucede lo mismo en la Alavesa), es absoluto.

En primer lugar, nadie sabe qué implica la declaración para aquellos viticultores incluidos en la zona geográfica protegida: ¿se limitarán determinadas prácticas de cultivo?, ¿se limitará la construcción de caminos, infraestructuras?, ¿se exigirán determinadas restricciones en la producción o elaboración?… Y, por supuesto, nadie sabía nada de la zona geográfica protegida hasta que confeccionamos un mapa en el periódico en función del informe presentado ante la Unesco.

 

He leído el informe justificativo que cuelga en la web de la Unesco y, sin entrar en el fondo, llama la atención que la delimitación geográfica elegida se base en el supuesto “rombo histórico al que se refieren muchos autores” (cito textualmente). Desconocía personalmente este ‘rombo’ , y a los no mencionados autores, y lo que veo en el dibujo es la Sonsierra y algún añadido más amplio a forma de trazos sobre un mapa cuasi político porque no podía quedar fuera Logroño.

Rioja, y esto sí lo dicen todos los autores, se caracteriza por la conjunción de tres climas, tres tipos de suelos, siete variedades de uva (ahora alguna más) y una tradición y una cultura milenaria de cultivo y elaboración en toda la región. La delimitación elegida bien podría ser casi exclusivamente la Rioja del tempranillo y una incompleta tradición en una zona que, aun siendo preciosa y extraordinaria, es únicamente parte del todo, como bien recuerda el bodeguero Álvaro Palacios.

La Rioja Baja tiene derecho a reclamar al menos información. Allí también hay viticultores y bodegueros. Allí también hay historia y cultivo de la vid y, por supuesto, hay paisajes extraordinarios que complementan la riqueza de Rioja con un clima mediterráneo-continental y con unas uvas que históricamente han abastecido a las bodegas de La Rioja Alta y Alavesa.

Me recuerda el bodeguero Amador Escudero que cuando surgió la denominación de origen Cava el que luego fue presidente del Consejo Regulador, Ángel de Jaime Baró, decidió por su cuenta y riesgo que en La Rioja Baja no se daban las condiciones para la elaboración de espumosos. Amador removió Roma con Santiago ante el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO) y el propio Consejo Regulador catalán para lograr la inclusión de Grávalos, pero nunca logró la de sus viñedos de Yerga lo que ha limitado la producción del mejor cava riojano.

Ahora tengo la impresión de que estamos en más lo mismo: se ha delimitado una zona que prácticamente se ciñe a la Sonsierra presuponiendo que la Unesco la quiere así, pero ni siquiera se ha dado la oportunidad a bodegueros y viticultores de La Rioja Baja a defender su cultura, su paisaje, su historia o su tradición. Si el proyecto lleva cuatro o cinco años preparándose, ¿por qué no se ha escuchado a los directamente, para bien o para mal, afectados o interesados?

Rioja, la tierra de los mil vinos

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