Terminó el show de la capital danesa a propósito del llamado cambio climático con los resultados penosos que ya nos han hecho saber. En realidad, lo que vaya a suceder en nuestro planeta más allá de nuestra expectativa vital, no creo que lo veamos; pero sí es cierto que el clima está experimentando cambios no muy normales digamos ( y si no, a ver cómo se explica la presenta ola de frío polar tan de repente e intensa).
Admitámoslo, en estos tiempos que corren y que se corresponden con los años iniciales de este tercer milenio, tal y como están los asuntos tanto en lo relativo al clima, como en la vida pública y social como en la esfera de la vida privada de las personas, un solo recurso nos cabe: vivir con coherencia y comprometidamente a la vez que -cuando se pueda- insuflar en nuestras horas de ocio dosis de alivio, relax y placer (al menos) sensorial que propicie un sano disfrute. Un elemento que sin duda puede ayudar en ese sentido es el vino, ese elixir maravilloso fruto de la madre naturaleza y de la sagacidad y sabiduría de los seres humanos. El vino. Vehículo de placer y de creación artística. Espoleador de sensaciones y quimeras. Hacedor de cultura y, a veces, verdugo en mentes limitadas.
Nunca como en nuestra época los vinos han estado mejor elaborados, y nunca antes han proporcionado, de un modo generalizado, más satisfacciones a quienes los consumen. En una copa de vino se pueden aquilatar verdaderos festines sensoriales. Con sus colores, en sus aromas, a través de sus prestaciones sápidas. Los vinos enganchan al placer de vivir, estilizan y aligeran las obligaciones, permiten que el trato humano sea más prolífico y, en fin, son parte necesaria de una dieta más sana y completa.
Vale, todo esto ya lo sabíamos. Pero ¿sabemos también todo lo que conlleva producir el vino? Vamos a detenernos un momento en la parte primera de su cadena de producción: los agricultores, los viñedos y el clima. En cuanto a los primeros debemos hacer mención a la penosa circunstancia que tienen enfrente con los ridículos precios a los que se les paga la uva (en la vendimia de este año, más ridículos todavía). No voy a señalar a nadie, pues no me compete a mí repartir culpas ni buscar soluciones, pero sí apuntaré que ciertos males endémicos presentes en la idiosincrasia de los sectores implicados, continúan sembrando vientos y cosechando tempestades.
Y hablando del clima, después del verano pasado, tan caluroso, la vendimia en las distintas zonas se tuvo que adelantar. ¿Por el verano caluroso o por eso que han dado en llamar el cambio climático?. Probablemente un poco de todo hay en el campo.
Vamos a dar un pequeño repaso a cómo el susodicho cambio puede obligar a modificar algunas de las reglas de juego hasta ahora establecidas en el manejo de los viñedos.
CLIMAS AYER, CLIMA Y TECNOLOGÍA HOY
Hace 4.600 millones de años la corteza terrestre empezó a consolidarse al tiempo que las erupciones volcánicas formaban vapor de agua y la atmósfera, al enfriarse, dio lugar al agua y los océanos. Ello propició la vida en el planeta que ahora el ser humano, en sólo un siglo, está poniendo en serio peligro.
Según sabemos la península ibérica es una zona de alto riesgo ante los cambios climáticos que ya nos están afectando. Y ya es mala suerte que sea ahora, cuando más y mejor se está trabajando para producir vinos de altísima calidad.
Las zonas que resultarán más favorecidas son la Champaña, la Borgoña, el valle del Rihn y, en general, aquellas de climas más fríos o difíciles. Aquí, las zonas de la rioja alta y alavesa; el Bierzo, Galicia y el Somontano, seguirán siendo zonas con proyección de futuro.
En cualquier caso ante la situación planteada no es cuestión de resignarse, sino de actuar.
Causas que provocan: se aceleran las cosechas; se vendimia antes; maduraciones desfasadas (antes de la vendimia las uvas alcanzan los 14 grados fácilmente mientras que los hollejos y las semillas están verdes)
Tareas que se tendrán que implementar: aprender a vinificar la uva no correctamente madura; esperar a que maduren apropiadamente y aplicar metodologías destinadas a modificar el ph y el grado alcohólico; seleccionar clones que retrasen algo el ciclo para acompasar los distintos tipos de madurez; abandonar las variedades septentrionales; aplicar el riego con inteligencia en primavera y emplear técnicas que eviten maduraciones rápidas en olas de calor; no exponer los racimos al sol, (¿volver otra vez a las plantaciones en vaso?); modificar genéticamente la planta para conseguir retraso en la maduración, resistencia a la sequía, etc.
Otros apuntes: desciende bruscamente la capa de ozono a partir de 1975; el crecimiento de la población humana se dispara desde 1980; el grado glucométrico de la uva hace lo propio a partir de 1996; la temperatura global sube desde esas fechas.
Un sí al uso del corcho natural pues preserva el bosque de alcornoques.
Una solución sería volver de alguna manera a enfoques y prácticas culturales como toda la vida, respetuosas con el medio ambiente: frenar la contaminación, políticas sostenibles del agua, control de suelos y producciones…