Adoro a Montoro
Sí, adoro a Montoro. Es, debo confesarlo todo, una idolatría con sabor a ternura rancia. Una sensación instalada en la frontera entre la compasión y el patetismo. Me lo imagino el día que Mariano Rajoy le convocó al despacho en la zona noble de Génova y, con un habano en una mano y las encuestas […]