Terminado de comer, el yayo Tasio se dispone a atacar la siesta. Ovillado en el sofá, reclina la cabeza a la espera de esa primera gotita de baba que anuncia el tránsito a una felicidad de diez minutos. El silencio del salón se quiebra abruptamente con una megafonía que atraviesa las paredes. Una furgoneta escupe un puñado de eslóganes tan vacuos que el abuelo es incapaz de distinguir a qué partido corresponden, y mientras el soniquete va alejándose calle abajo, en el duermevela del abuelo se mezclan otras estampas arcaicas. El afilador soplando la ocarina, el tintineo de bombonas de butano, el cobrador de los ‘muertos’ llamando a la puerta para cobrar la cuota del seguro, una sesión doble de Bud Spencer y Terence Hill en el Moderno… Al yayo le han jodido la siesta. Decide ojear el periódico como último recurso para apresar al sopor fugado. En las páginas de Economía, un extracto del último informe de la UE sobre las previsiones españolas y las indicaciones para el nuevo gobierno. «El impulso reformista tiene que ser mantenido para apoyar la corrección de los significativos desequilibrios macroeconómicos», prescribe el recetario mientras los candidatos insisten en bajar impuestos, crear empleo, más derechos. El yayo se siente como ese profano que mira estupefacto un indescifrable cuadro cubista sin atreverse a contradecir al crítico de arte. Tasio abandona el propósito de echarse la siesta, se calza los zapatos y sale de casa. No sabe si ir a jugar al futbolín o echar una partida de ping-pong.
Fotografía: Afd