Dijo una vez Audrey Hepburn:
“Creo firmemente que nacemos con dos manos, una para ayudarnos a nosotros mismos y la otra para tenderla a quien lo necesita.
Porque no venimos a este mundo solo a cuidarnos, sino a cuidar.
La belleza de la vida no está solo en lo que logramos, sino en lo que compartimos.
Si podemos sostener a alguien más mientras avanzamos, entonces habremos entendido de qué se trata vivir.”
En un tiempo donde se exalta la autosuficiencia, Hepburn nos ofrece otra mirada: la de la compasión activa.
Vivir no es escalar solos, sino acompañar.
Cuando usamos una mano para crecer y la otra para elevar, no solo creamos comunidad, creamos sentido.
Ayudar no nos debilita, nos humaniza.
Y en esa doble acción —cuidarnos y cuidar— reside la verdadera belleza: la que transforma.