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Antonio Remesal

Hablando de vino

VIÑAS VIEJAS…DE ETIQUETA

Se propone un sistema para acabar con la publicidad engañosa sobre la procedencia de las uvas y, de paso, ayudar a la preservación del viñedo histórico. Es necesario un control de trazabilidad para que se refleje la realidad.

Tendemos a creer que todo lo que esta escrito es verdad y así damos por bueno cualquier mensaje, dato o comentario visto en la prensa o en Internet. La realidad es que con la libertad de expresión e información que gozamos, todos podemos manifestar nuestra opinión, si no en un periódico, el cual lógicamente pasa una criba, sí, de momento, en la “red”, donde el control, en la mayoría de los casos, es mínimo. Cualquiera que disponga de un ordenador puede, libremente, exponer su punto de vista y también, y aquí esta el problema, largar cualquier improperio o falsedad, visible para miles o incluso millones de personas de todo el mundo, sin aportar prueba alguna que corrobore lo dicho. No seré yo el que trate de coartar el derecho de expresión, somos los lectores quienes con un pensamiento crítico, debemos separar el grano de la paja y desenmascarar a quién, con su discurso, esta tratando de arrimar el ascua a su sardina.

El mundo del vino no es ajeno al uso pernicioso de la información. Les invito a echar una ojeada a los mensajes en prensa o en la  “web”, de las bodegas o distribuidores de vino, y también, a sus etiquetas. Caer en la tentación de utilizar argumentos que distan de la realidad es moneda de uso común. Vale que cada cual exagere sobre el ancestral origen de la bodega, sobre su flamante tecnología, sobre el esmerado cuidado de sus viñas, sobre el celo en la selección de la uva, sobre la exquisitez de su vino o sobre los aromas divinos que detenta. Cada uno es libre de diseñar su estrategia de comunicación, resaltando lo mejor, o adornando la realidad con cuantas florituras se le ocurran. Ahora bien, siempre que la verdad vaya por delante, con la normativa como referencia inviolable. Una campaña publicitaria basada en el embuste, no hará más que crear expectativas que se volverán del revés cuando llegue el momento de la verdad: la prueba de la bondad del producto. Fiascos que aparte del daño directo a la marca y a la bodega, resultarán contraproducentes a medio-largo plazo para la denominación e incluso para el país productor. Pero en fin, la Ley está para defender a los consumidores de los fraudes, por lo que no entraré en una cuestión que es demasiado compleja para ni siquiera enunciarla en una sola página, ni que decir tiene para plantear soluciones. Es por eso por lo que me centraré en un aspecto que se destaca a la menor oportunidad de alarde, me estoy refiriendo a la referencia a la procedencia de la uva de viñas viejas.

Es opinión prácticamente unánime que, a igualdad de resto de condiciones, las viñas viejas son susceptibles de brindar mayor calidad que las más jóvenes. Son aquellas bodegas que apuestan por las viñas más viejas las que de entrada producen los mejores vinos. Como “el papel todo lo aguanta” y no existe notario que dé fe de que la uva procede de viñedos considerados viejos, en muchas etiquetas, de esas que gustan de describir el vino, o en la misma publicidad sobre el vino o la bodega, figuran alusiones a la senectud de los viñedos que no concuerdan con la realidad vitícola. Esto que puede parecer un simple acto de presunción, tiene consecuencias nefastas no sólo a efectos de imagen, como antes indicaba, sino por que va en contra de la pervivencia del patrimonio vitícola más antiguo.

Dos motivos principales han hecho perder el interés del viticultor riojano por mantener los viñedos viejos. El primero, que no ha visto recompensado su esfuerzo en viñas con menos rendimientos, en terrenos, habitualmente, con topografía difícil, tamaños de parcela y marcos de plantación que dificultan su cultivo. Y segundo, del aprovechamiento gratuito, por muchas bodegas, del argumento de venta de utilizar como materia prima uva procedente de viñedos viejos, algunas sin ni siquiera disponer de una sola cepa longeva. Así las cosas, el viñedo viejo se ha ido reduciendo paulatinamente, más en los últimos años, en los que se han primado los arranques mediante ayudas a la reestructuración procedentes de fondos europeos.

En mi opinión, las cosas pintarían de otra manera si, en relación con esto, las normas del Consejo Regulador impidieran figurara en la etiqueta, publicidad o cualquier otra comunicación, alusión a la antigüedad de los viñedos que no se pudiera demostrar. La cuestión es cómo puede el órgano de control de la denominación verificar la veracidad de esta información. Les adelanto que de manera muy sencilla. Solo es necesario darle a la “tecla”.

Cada uno de los más de 18.000 titulares de viña de Rioja recibe previamente a la vendimia un documento acreditativo, “ la cartilla”, en el que figuran la superficie de viñedo inscrito por el viticultor y el rendimiento máximo que se le autoriza de acuerdo a lo establecido en el Reglamento de la denominación: 6500 kg. por hectárea para las variedades tintas y 9.000 kg. para las blancas, con las posibles variaciones al alza o a la baja por campaña. Por otra parte el Consejo Regulador, y las Comunidades Autónomas con viñedos en la DOCa Rioja,  disponen de un registro en el que figuran todos los viñedos inscritos, con sus datos sobre localización de la parcela y características de la plantación, entre ellas la del año de plantación.

Propuesta planteada
Con una información tan detallada del registro,  y con las inmensas posibilidades que la informática brinda, a la vez que se envía la cartilla a los viticultores con la producción amparada de Rioja  a la que tiene derecho, de acuerdo a la superficie que cultiva, poco complicado sería realizar un desglose de las misma en función de la edad del viñedo. Por una parte se informaría de la cantidad de uva procedente de viñedos con más de 30 años, y por otra la del resto de viñedos. A partir de ahí quedaría una labor de seguimiento del Consejo, de forma que las bodegas embotelladoras no pudieran hacer figurar la procedencia de uvas de viñedos viejos, en más botellas que las que, por superficie de viñedo viejo propio o procedente de proveedores, pudieran acreditar.

A partir de ahí sería el Consejo Regulador, como garante de la calidad, quien supervisará que los productores se ajustan a las nuevas normas que manen de la modificación consiguiente del reglamento. Una opción sería mediante la emisión de un sello (pegatina o etiqueta), al que cada productor tendría derecho, por cada kilo de uva de viñedos viejos que acreditara y que, como las contraetiquetas de Rioja, gestionaría el Consejo Regulador.

El planteamiento expuesto aumentaría las garantías del consumidor respecto a la trazabilidad del producto, reduciría la publicidad engañosa, limitaría el uso de un elemento distintivo de calidad de aquellos productores que no lo justifiquen debidamente, y que ahora sacan partido de una laguna normativa, pero sobre todo, aumentaría la apreciación de los viñedos viejos, que como bien limitado, estarían más valorados. Esta medida, junto con otras posibles, como la creación de un registro de viñedos singulares o las subvenciones para el cultivo y mantenimiento de los viñedos más antiguos, estimo, tendría un efecto muy positivo en la conservación de este patrimonio natural, que Rioja no puede permitir merme campaña tras campaña.

 

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Sobre el autor

Ingeniero Agrónomo y enólogo. He trabajado en la empresa privada en ámbitos muy variados de la ingeniería. Actualmente en la Administración, en el sector del vino, con el que me siento absolutamente comprometido. Escribo sobre viticultura y enología y, de paso, sobre lo que tercia…Autor del libro “Talking about wine: Rioja”, primer libro monográfico sobre Rioja escrito en inglés.


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