La experiencia aconseja cambiar los esquemas en la calificación de los vinos en la DOCa Rioja para recoger elaboraciones distintas a los patrones habituales y que el concepto, ya trasnochado, de “tipicidad” coarta.

Foto: Lafuente

Se dice por ahí que las puertas de una famosa bodega de Haro permanecieron cerradas durante muchos años para el equipo de Parker que, al parecer, no era capaz de entender unos vinos con un perfil distinto a los que se comercializan mayoritariamente en Rioja. No sabemos si porque los que cataban estos vinos no valoraban otra cosa que no fueran el prototipo en boga: vinos tintos “tinta china”, densos, con mucho color y estructura y aromas frutales y con madera preferiblemente francesa, y vinos blancos de aromas y sabor intensos y sin rastros de oxidación o madera vieja; o porque fieles al dicho de “el pan cambiado, el vino acostumbrado” estos vinos no encajaban en sus gustos. La cosa es que los actuales catadores, capitaneados por su responsable para España, Luís Gutierrez, han sido capaces, por fin, de entender los vinos de esta bodega, que, por otra parte lleva 150 años fiel a su origen y estilo, para ahora mismo situarlos entre los que alcanzan mayores puntuaciones.

Los prescriptores actuales, no solo se atreven con elaboraciones que nada tienen que ver con el estereotipo al que estamos acostumbrados, sino que, con un afán descubridor, casi propio de un arqueólogo o expedicionario, recorren todas las zonas vitícolas mostrando a los aficionados vinos que, si no fuera por ellos, se estarían vendiendo por ahí sin pena ni gloria para, una vez incluidos en sus listas, crecer exponencialmente su cotización en el mercado.

Este espíritu investigador y abierto a nuevos conceptos de vino de estos “influencers” no es común,  por desgracia,  a muchos de los enólogos que intervienen en la calificación de los vinos de la DOC Rioja, y que,  resguardados en el término “tipicidad” no son capaces de alterar ni un ápice sus esquemas preestablecidos. Y he aquí el porqué de este artículo: la dificultad, en algunos casos imposibilidad, de algunos bodegueros de pasar el control de calificación de ciertos vinos que, por recurrir a métodos de elaboración novedosos en Rioja, aunque normales en otras Denominaciones o regiones vitícolas muy prestigiosas, presentan, características organolépticas que no se ajustan al formato rígido prestablecido en 1991.

Los años desde la aprobación de la Orden del Reglamento de la Denominación de Origen Calificada “Rioja” y de su Consejo Regulador, no han pasado en balde. Se ha avanzado mucho en la tecnología enológica pero, contrariamente a otros sectores, recuperando procesos antiguos, más naturales, con menor intervención tanto en la viña como en la bodega, restringiendo el uso de productos químicos y dejando que la naturaleza se exprese y siga su curso. Aquellos que siguen estos procesos de baja intervención dan lugar a vinos que, en el momento que se toman las muestras de control para la calificación, inmediatamente después de la fermentación, son simplemente distintos, confundiendo a los catadores que interpretan signos de turbidez, olores particulares y sabores “anormales”, como defectos. Esto, cuando el enólogo ha dispuesto todos los medios para ese resultado, incompleto en cualquier caso. Vinos que evolucionan y que, en muchos casos,  no es hasta el embotellado cuando muestran realmente sus verdaderos y definitivos atributos. 

Proceso de calificación del vino “Rioja”

Los vinos producidos y elaborados conforme a lo dispuesto en el Reglamento de la Denominación de Origen Calificada (D.O.Ca.) «Rioja»,  para poder ser etiquetados como de la misma y disfrutar de sus derechos, deben superar un proceso de calificación. Para ello los veedores del Consejo Regulador toman muestras en cada una de las partidas no superiores a 100.000 litros de las que se realizan controles analíticos en los laboratorios oficiales  Estación Enológica de Haro, en la Casa del Vino de Laguardia y en EVENA de Olite, en función de que la bodega esté ubicada en La Rioja, Álava o Navarra, y un control sensorial, mediante cata, por el Comité de Calificación del Consejo Regulador, formado por expertos procedentes de los sectores viticultor-elaborador, bodeguero y técnico-enólogo, con suficiente formación y probada experiencia.

El Comité de Calificación realiza la cata anónima de las muestras e informa si el vino es o no apto, referido a  tipicidad, color, limpidez, olor, sabor y calidad del vino, teniendo en cuenta el momento del proceso productivo en que se encuentra la muestra. Así mismo el vino puede ser “emplazado” temporalmente cuando no reúna las condiciones idóneas pero sus defectos son tales que pueden ser subsanados por prácticas y tratamientos autorizados.

Los vinos con informe positivo de los Servicios Técnicos del Consejo serán calificados como «Rioja» pudiendo hacer uso de la contraetiqueta de la D.O.Ca. La bodega con vinos emplazados o descalificados puede recurrir, solicitar nuevos exámenes analíticos y de cata y si es necesario el Consejo podrá recurrir a un Comité de Apelación que discernirá las controversias. Si el Consejo Regulador se ratifica en su valoración el interesado tendrá opción de presentar recurso de alzada ante el Ministerio de Agricultura y a partir de ahí: contencioso administrativo, etc.

Bodegas que elaboran de forma distinta a los patrones habituales sufren cada año descalificaciones de alguno de sus vinos por una mala entendida “tipicidad”.

El procedimiento aparentemente impecable en sus formas tiene el inconveniente de la subjetividad de la valoración organoléptica o cata, donde los vinos se enfrentan a la particular percepción de personas que chocan en muchos casos con la interpretación del término tipicidad.

La tipicidad, como requisito de los vinos producidos en Rioja, encorseta hasta tal punto la originalidad o la innovación que dificulta la elaboración de vinos  “naturales”  sin levaduras, ni enzimas añadidas, ni que decir sulfuroso, en  que los procesos se alteran dando lugar a evaluaciones erróneas por prematuras o, simplemente, distintas y, solo por ello para algunos, inadmisibles, en el marco de Rioja.

Que alguien me explique porqué algunas de las bodegas de Rioja que están en los niveles más altos de cotización en concursos, premios y certámenes nacionales e internacionales, ven como, cada año, algunos de sus vinos (entre ellos los más premiados) son descalificados, alegando ausencia de tipicidad. ¿Es acaso más típico un Rioja procedente de Chardonnay o Verdejo? ¿Cómo puede condenarse a la comercialización ajena al canal oficial de Rioja a grandes vinos cuya originalidad es su único “pecado”, privando a este “club” de la gloria de contar con socios tan insignes?

En un momento de la Denominación de Origen Rioja en que está potenciando los vinos ligados a su origen y autor, como muestra la reciente creación de la figura de “Vinos de Viñedos Singulares,” y que presenta como imagen de su diversidad el lema “Rioja: la tierra de los mil vinos”, es necesaria una mayor apertura de mente, una renovación y ampliación del concepto de “tipicidad”, para recoger la pluralidad de las elaboraciones que nos encontramos, vetando únicamente en la calificación a aquellos vinos que, manifiestamente, presenten defectos en su elaboración o, cuando previa visita a la bodega elaboradora, se compruebe que las instalaciones, tecnología y/o medios disponibles no son, o no reúnen, las condiciones adecuadas para la elaboración y, por la experiencia de otras añadas, el resultado no sea digno de llamarse Rioja.