Mientras Rioja disfrutaba del escaparate de Alimentaria y viceversa, en las cocinas de la DOC se trabaja intensamente en una nueva etapa, cíclica eso sí. La lluvia ha retrasado labores en el campo riojano, pero la semana que estamos a punto de concluir ha cambiado el paisaje.
Los viticultores se afanan en plantar vides con la mente puesta en el año 2019. Viñas que hablan de presente, pero sobre todo de futuro. Antaño se plantaban a herrón; más tarde, a rejón; ahora, con tractores guiados por GPS. Avances tecnológicos, pero con el mismo origen, plantar una vid, y el mismo destino: crear, esculpir incluso, una cepa con el paso de los años.
Plantar una viña significa iniciar una nueva etapa. En el vino se habla casi más por cosechas que por años. Una nueva etapa que profundiza en las raíces riojanas y que fortalece su cultura y su pasión por el viñedo. Lógicamente, también los hay que lo ven únicamente con ojos económicos. Haber, hay de todo. No sólo es una experiencia única, sino recomendable. Siempre con la intención de aportar un granito de uva más a esa Rioja cultural, histórica y, sobre todo cualitativa y orgullosa. Si yo fuera ustedes lo probaría, aunque fuera en un tiesto.