Aquella mañana, Pedro Sanz amaneció melancólico. Tal vez porque llegaba la Navidad y veía brillar las lucecitas del Espolón desde las estancias del Palacete. Se acarició el mentón, miró unos papeles y señaló una cifra a los periodistas de esta casa que le entrevistaban. En esos dígitos se escondía el importe que exigía arreglar la carretera de los Cameros, una obra entonces todavía en curso: según sus cálculos, acaso hiperbólicos, eran los kilómetros de carretera regional más caros de España. De modo que, concluía el presidente, mantener abierto el controvertido aeropuerto de La Rioja tampoco era para tanto. Un argumento que hace suyo ahora su antiguo delfín, el consejero Carlos Cuevas. Quien también suele tomar del expresidente otra excusa análoga cuando le acosan en el Parlamento desde la oposición a cuenta de Agoncillo: que esa infraestructura la paga AENA. Y que también resulta harto costoso para las arcas riojanas, como enfatizaba igualmente Sanz, el transporte por los escarpados valles de la región; el Alto Najerilla, por ejemplo, hacia donde trepa diariamente un autobús que a menudo viaja vacío.
Ocurre que los autobuses tienden a viajar vacíos por media región, como un heraldo que avisa de hacia dónde debería dirigirse ese estado de (semi)bienestar de que gozan los riojanos. Autobuses interurbanos, metropolitanos y rurales, a menudo sin pasajeros que justifiquen semejante gasto público. A nadie sin embargo parece escandalizarle esa imagen: se da por descontado que la Administración deberá pagar ese servicio hasta la eternidad, aunque luego recoja el desinterés del público potencialmente interesado. Nadie parece preguntarse a cuánto sale cada uno de esos viajes al contribuyente. Desde Fomento aportan una cifra: en el Presupuesto regional del año vigente, se destinan 3.225.000 euros. Que ayudan a mantener el servicio, bajo una excusa cuestionable: alegan los defensores de tal medida que el transporte público contribuye a fijar población. Que vertebran la región. Ese mantra.
Pero se trata de una coartada que sirve también para justificar que el AVE llegue a cada rincón de España, aunque algunas voces alertan de su contrario: la alta velocidad lleva por tren a las estaciones de destino a un número de pasajeros análogo al que aprovecha para huir de su población de origen. Lo cual amenaza con suceder asimismo en el caso de esos autobuses que ponen muy fácil a los habitantes de la despoblada sierra emplearlos… para peregrinar a la capital. Y con frecuencia, a fijar allí su residencia. Ese autobús les ayuda en realidad para darse de vez en cuando una vuelta por la casa natal, vigilar la viña o ventilar la matanza. Paradoja: el autobús que apuntala al vecindario de La Rioja interior contribuye a poblar Logroño con habitantes que, puesto que peinan alguna cana, acaban por elevar el gasto social de un Ayuntamiento que hasta ayer no era el suyo.
Un bucle infinito, con alguna derivada: porque esos autobuses vacíos animan también a reflexionar sobre hasta dónde debería llegar el auxilio público en favor de sus administrados. Lo cual exige un debate menos tontorrón del habitual, ese tipo de discusión que nunca fructifica porque reclama de quienes la protagonicen apartarse del dogma. Si la izquierda riojana, por ejemplo, desertara un día del catecismo del buen progresista podría explicar al potencial elector qué hará (si algún día gobierna) con el Hospital de Calahorra, que nació inspirado en el modelo de gestión del valenciano Hospital de Alzira, hoy recién devuelto a manos públicas. O qué le parece a sus señorías, tanto a las sentadas a la izquierda como a la derecha del Parlamento, la disyuntiva que acaba de plantear en Austria su primer ministro, a quien le resulta contradictorio (tan contradictorio tal vez como subvencionar un transporte público de baja demanda) destinar ayudas por valor de 2.000 euros mensuales a los recién llegados, que jamás han cotizado a la Seguridad Social del país que les acoge, mientras les niega una paga de 1.000 euros a los pensionistas que sí cotizaron durante su vida laboral.
La respuesta a esas preguntas no debería guiarse por prejuicios ideológicos: debería pensar en el bien común. Un ejemplo: hace años, cuando Sanz aún se asomaba por los ventanales del Palacete, una alta ejecutiva de una empresa de distribución explicaba ante un escogido auditorio en Logroño la estrategia logística seguida por su grupo empresarial, cuyo éxito residía en minimizar el gasto de manera que todo camión viajara a tope de carga. Sin un metro desocupado, así en la ida como en la vuelta. Compárese esa política empresarial con la seguida en materia de transporte desde la Administración: una invitación a pensar si el gasto público supone el regreso a las fuentes socialdemócratas, la pervivencia de los principios de la democracia cristiana o simplemente la triste constatación de que en un territorio tan pequeño cada euro tiene sentido sólo desde el punto de vista clientelar.
LA LETRA PEQUEÑA
El PP cántabro, en los tribunales
Prueba de que Mariano Rajoy cerró en falso los congresos regionales que siguieron a su entronización a la búlgara en el cónclave de Caja Mágica es que no sólo el PP riojano vive desde entonces dividido: regiones como Cantabria exhiben sus propias cicatrices. Que incluyen pinchazos telefónicos y sospechas de apaños de votos. Y que acabarán en mayo ante la justicia. La candidatura derrotada explora si encuentra en los tribunales el triunfo que le negaron las urnas.
PSOE, primarias tras el verano
Andalucía, Navarra, Castilla y León y Cantabria serán las primeras autonomías donde el PSOE impulse el próximo mes el calendario de primarias. El proceso para elegir a los candidatos socialistas tanto para las elecciones autonómicas del 2019 como para las principales capitales de cada región arranca en unos días por mandato de Ferraz. En La Rioja, las previsiones que manejan por Martínez Zaporta señalan hacia algo más tarde: según sus planes, será después del verano cuando se ponga en marcha el mecanismo de selección de cabezas de lista. Para el que todo apunta que Concha Andreu y Beatriz Arráiz tienen intención de presentarse. La incógnita consiste en saber si tendrán rivales.