«El esfuerzo inútil conduce a la melancolía» (José Ortega y Gasset)
Dentro de un mes, se cumplirá un año desde que Pedro Sanz dejó el PP a su libre albedrío, ese territorio donde acampan hoy la falta de autoridad y cierta tendencia anarcoide. Lo cual explica que sus dirigentes se suelten algo más que durante esos larguísimos veinte años. Se sueltan el pelo y se sueltan la lengua. Se permiten en consecuencia confidencias que, al margen de la familia de su partido en que militen, guardan cierto denominador común. Por ejemplo, su asombro ante la falta de una estrategia más activa en el principal grupo de la oposición. «Si yo estuviera en el lugar del PSOE, viendo cómo estamos nosotros, me pasaría todo el día dando caña», confiesa uno de estos militantes. ¿Caña? ¿Qué clase de caña? «Pues haciendo ver nuestras contradicciones, la división que hay dentro de nuestro partido», replica.
Es cierto que alguna tímida vez, así Concha Andreu en el Parlamento como Beatriz Arráiz en el Ayuntamiento, por citar a dos de las principales caras visibles del PSOE, han amenazado con atacar la línea de flotación popular mediante el recurso de inmiscuirse en ese terreno agrietado que distingue la actual trayectoria del PP. Pero han sido sólo amagos. Leves asomos de una beligerancia superior a la habitual: como si temieran que una estrategia más combativa se les pudiera volver algún día en contra. Como si los propios socialistas aceptaran que, de momento, no están para ir dando ejemplo. Por si acaso. Porque aunque es evidente que, luego de la limpieza acometida durante el imperio de César (Luena), las aguas socialistas bajan más canalizadas. Y aunque es cierto también que, al menos en el Parlamento, el PSOE se ha sabido dotar de una estrategia más uniforme y cohesionada que antaño y que goza de diputados cuyo don de la oratoria en algo mejora a sus predecesores (y a los escaños de enfrente), también es palmario el escaso eco que al menos las encuestas conceden a sus posibilidades reales de gobernar un día La Rioja.
¿Por qué? ¿Por qué ante este PP, el más dividido y débil de su historia reciente, los socialistas riojanos parecen incapaces de levantar el vuelo? Tal vez porque este PSOE no es aquel PSOE. El PSOE de Felipe González, que enhebraba una mayoría absoluta con otra… mientras sus camaradas de La Rioja eran sin embargo desalojados del Palacete. Lo cual ocurrió también con otro PSOE, el de Rodríguez Zapatero. El mismo que hoy convalida farsas electorales como la venezolana supo sin embargo ganarse el favor de la ciudadanía española mientras el votante riojano seguía ignorando sus siglas. Aquel PSOE era, según una versión muy extendida que incluso hacen suya quienes emigraron del partido y hoy se rinden a Podemos, era un PSOE perdedor. Que asumía su derrota antes incluso de que se produjera, víctima de un ensimismamiento perverso. Una incurable melancolía, de la que sólo ha empezado a sanar cuando la realidad le ha golpeado: cuando ha visto que el viejo tablero político, con un reparto de papeles que le consagraba en La Rioja al frente de la oposición como mal menor, ha quedado dinamitado. Cuando la fragmentación electoral le obliga a moverse.
¿Hacia dónde? De momento, se ignora. Cunde la idea, a la vista de algún confuso movimiento protagonizado en La Rioja por quienes llevaron la pancarta de Susana Díaz hace un año, que pudiera obrarse el milagro de una pirueta imposible. De modo que no fuera Pedro Sánchez su cabeza de cartel en las generales, porque entre bambalinas siguen maniobrando Rubalcaba y compañía para resituar el partido donde ellos querían… Pura especulación, lejanamente probable. Aunque quién sabe. Porque semejante cambalache dependerá de cómo voten los españoles en las locales y regionales dentro de un año: como acepta un veterano dirigente, el socialismo riojano necesita, para que le vaya bien, que les vaya bien a sus jerifaltes de Ferraz. Y ni siquiera entonces el éxito estaría asegurado.
Se trata de una ecuación que admite la lectura inversa. Y que exige cambiar el ritmo de la actual coyuntura: pensar que el elector elegirá bovinamente su papeleta con el puño y la rosa sólo porque Sánchez sea capaz de mordisquear el trozo de tarta de Podemos… O limitarse a ponerse a rebufo de la última sentencia dañina para el PP. En efecto, es un mensaje derrotista, propio de perdedores, aunque podría garantizar las llaves del Palacete pactos mediante. Como si gobernar lo justificara todo. Como si fuera buena idea pensar en el día después de las elecciones antes de reflexionar sobre cómo llegar a las elecciones. Lo cual olvida otras lecciones deparadas por aquel PSOE: que para ganar en las urnas, un partido debe convertirse en una máquina electoral, tener definido su liderazgo y clara su estrategia. Justo lo que tampoco tiene este PP. Lo que sí tenía aquel PSOE.
LA LETRA PEQUEÑA
Encuestas sin autor conocido
La empresa SyM publicó esta semana los resultados de una encuesta de intención de voto a escala autonómica que concedía en La Rioja el triunfo en las urnas al PP. Sus vaticinios, anteriores a la sentencia de Gürtel, consolidan al PSOE como segunda formación más votada, pero carecen sin embargo de autoría conocida: la empresa se negó, requerida por este periódico, a revelar qué partido había encargado el sondeo. Que es por cierto un partido nacional, responsable del sondeo en otras regiones, también a través de SyM.
Quejas ante el PP, pendientes
El comité de garantías del PP nacional, que preside Alfonso Fernández Mañueco (veterano dirigente popular, alcalde de Salamanca), aún tiene sobre la mesa las reclamaciones presentadas por las candidaturas derrotadas en Haro, Santo Domingo y Lardero. Sus recursos, críticos con el proceso electoral llevado a cabo por el aparato en las tres localidades, fueron desestimados en primera instancia por el mismo órgano a escala regional, que preside José Miguel Crespo. A quien por cierto se dirige algún reproche desde Santo Domingo: en el escrito de queja, al que ha tenido acceso este periódico, se recuerda su lejano parentesco con miembros de la lista ganadora, encabezada por David Mena.