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Luismi Cámara

Objetivo 25 kilos

La salchicha peleona y la comunidad del chaleco

Ya soy uno de ellos. Ya formo parte de la selecta comunidad del chaleco. Me lo probé hace unos días y sin preaviso y, después de tres sesiones, ya me puedo considerar uno de aquellos que, hace no tanto, consideraba los elegidos.
Ya os conté que Roberto Molina me había amenazado con un giro de tuerca, pero éste no me lo esperaba tan pronto. Hace unos días, llegué a entrenar al Centro de Fisioterapia y Medicina Deportiva Las Gaunas y, nada más entrar, me miró con su perenne sonrisa y me dio el regalo: una bolsa con la ropa que significaba que ya me veía preparado, que podía ser uno de ellos. “¿Pero ya?”, pregunté entre emocionado y preocupado. “Sí. Te iba a avisar, pero era mejor así. Para qué te iba a poner nervioso antes…”, me respondió con cierta sorna.
En mis primeros entrenamientos de Objetivo 25 kilos, mientras corría a ritmo de toro manso en la Alter G y sufría con los ejercicios de activación que me marcaba Roberto, veía a pocos metros a hombres y mujeres sudando la gota gorda, frunciendo el ceño, apretando los dientes y tensando sus músculos.
Metidos en sus ajustadas camisetas y mallas oscuras, totalmente combinadas con un chaleco ajustado, una especie de faja a la altura de los glúteos y unas cintas del mismo tono colocadas en los brazos y en los muslos, aquellos cuerpos espiraban, suspiraban, e incluso jadeaban, mientras realizaban sus sesiones físicas.
Deduje que su sufrimiento venía ligado, además de a los propios ejercicios, a una máquina a la que estaban unidos por una serie de cables. Aparentemente inofensivo, el aparato parecía convertirse en infernal cuando bien Roberto o bien Germán Lleyda manipulaban los distintos mandos y ruedas con las que contaba. “¡Preparado en tres, dos, uno!”. Esa tenía pinta de ser la señal, el aviso de la llegada del castigo. Porque cuando la cuenta alcanzaba el cero, se mascaba la tensión en aquellos hombres y mujeres de negro que aguardaban la orden.
La sesión no iba más allá de media hora, pero las caras de agrado y las gotas que caían por los rostros de todos los que veía pasar por el susodicho chaleco me hacían pensar que el esfuerzo era muy alto y el resultado tremendamente satisfactorio pese a todo.
Yo observaba normalmente desde mi oronda humanidad, con la tranquilidad que me daba el saber que estaba a mucha distancia de ser uno de ellos. “No te preocupes. Ya te llegará más adelante”, me avisaba mi preparador entonces. Pero lo que pensaba lejano no se pudo hacer más cercano hace unos días, cuando Roberto me dio la ropa con la que pasaba a formar parte de la comunidad del chaleco.
Pese a mi evidente pérdida de peso, no puedo presumir precisamente de un cuerpo apolíneo y con músculos duros, contundentes, esculpidos y a la vista de cualquiera. Cierto es que el negro adelgaza, pero una camiseta y unas mallas pegadas a la piel dejan a la vista todas las vergüenzas de uno.
Embutido en mis nuevas prendas de entrenamiento, dispuesto a dar un nuevo paso en mi camino hacia una vida sana y deportiva, marcaba mi ‘one-pack’ en contraposición con el sobrevalorado ‘six-pack’ (nótese el tono irónico y envidioso de mi comentario).
Roberto me puso en marcha en la cinta y comenzó a activar el Tecno Fit 30 (que así es como se llama realmente el aparato en cuestión), y que es (y, como siempre, voy a intentar explicarlo lo mejor posible dentro de mi escaso conocimiento) un sistema de electro-estimulación muscular que entrena todo el cuerpo en menos tiempo, adaptado a las capacidades de cada deportista, con más y mejores resultados.
Yo intentaba caminar en la cinta lo más digno posible y al mejor ritmo que me permitía el tembleque en brazos, piernas, glúteos, espalda, abdomen y pecho. Después, Roberto sacó los guantes de boxeo y me puso a golpear entre corriente y corriente, como se puede ver en el vídeo. Y ahí estaba yo, en formato salchicha peleona, dando puñetazos y disfrutando mientras me empapaba en sudor y me subían las pulsaciones. Lo dicho, apenas media hora. Un tiempo más que suficiente para tonificar a alta intensidad y con un bajo impacto articular mi maleado cuerpo.
Ya llevo tres sesiones dentro de la comunidad del chaleco, una por semana. La idea es que sirvan como complemento dentro del plan marcado por Roberto.
La verdad es que es muy estimulante. Por lo que he comprobado hasta ahora, el Tecno Fit 30 cumple con los importantes requisitos de ser rápido, efectivo, adictivo y divertido. Y el subidón final cuando se acaba es importante… También fueron importantes las agujetas donde la espalda pierde su casto nombre tras la experiencia inicial.
El lunes tuve la última sesión con Germán, en esta ocasión no me puso los guantes… pero la salchicha peleona espera una nueva oportunidad.
Por cierto, el martes tocó volver a pasar por las manos de Paula Fernández en el Centro de Nutrición y Dietética Nutrium y por la inquisidora báscula tras los anunciados días por Galicia de esperado desorden alimenticio, con comidas poco controladas, con el albariño presente siempre en la mesa, con los picoteos y con mis primeras copas desde que comenzó Objetivo 25 kilos. Mi meta era no ganar parte de lo perdido. Un cero patatero en el pesaje era, por una vez, una buena nota en mi opinión… Ahora tocaba ver si Paula pensaba lo mismo.
Todo esto os lo contaré en el próximo (muy próximo) post…

 


 

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El difícil camino hacia una vida saludable por medio de la alimentación y el deporte

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