El Pitón de la Fournaise, o simplemente ‘le volcan’, es una obra maestra de la naturaleza y el lugar más conocido de Isla Reunión. No se trata de un monstruo dormido, sino de uno de los volcanes más activos del planeta. Una maravilla geológica que erupciona con enorme regularidad (varias veces al año) y que en el año 2007 expulsó ríos de lava que llegaron hasta la costa y que mantuvieron la principal carretera del país cortada durante meses. Exactamente, esta.
Sin duda, lo mejor es encontrarlo en erupción, porque no es algo que se pueda ver habitualmente. Yo hubiera llorado si veo esto.
Pero las vías de acceso a los cráteres se cierran y te pierdes la impresionante y marciana caminata por lenguas de lava de miles de años de existencia. Así que una cosa por la otra 🙂
Si quieres acceder al cráter Dolomieu la jornada empieza muy, muy temprano. Nosotros estábamos alojados en Saint Pierre así que nos montamos en el coche a las 4.30 de la mañana con la idea de estar en la salida de la caminata al amanecer. La principal vía para llegar es la que parte desde Bourg Murat, tras pasar por Saint Pierre y Le Tampon. La predicción del tiempo era de niebla cerrada, pero había que intentarlo. Llegamos los primeros. Tan pronto que cuando accedíamos por Plaine des Sables pensábamos que nos habíamos equivocado, aunque era imposible ya que no hay otro camino al volcán. Y cuando nos bajamos del coche en el punto de partida, además de mucho frío, lo único que veíamos era esto. Qué bajón 🙁
Durante las dos horas que dura la subida hasta el cráter (a buen ritmo) el paisaje va cambiando constantemente. Rojos, negros brillantes, azules, marrones… el suelo muestra lavas de diferentes erupciones que se juntan con escasa vegetación. Y también el cielo iba cambiando. La niebla cerrada dejaba en algunos momentos ver el sol, de pronto llovizna, de pronto viento, a ratos calor, a ratos frío… Marte debe ser así.
Ya de pronto. Cuando estábamos a punto de llegar a arriba…
El cielo se despejó casi por completo y nuestra primera visión del cráter Dolomieu fue un verdadero regalo.
Así que la bajada nos dejó disfrutar del mismo paisaje que unas horas antes era fantasmagórico y tenebroso y que ahora era brillante y lleno de color.
Desde el punto de partida de la ruta se puede ver esta preciosa imagen de un cráter ya apagado, el Formica Leo.
Tan solo unos cientos de metros después de montarte en el coche para dejar el área del volcán merece la pena parar en alguno de los miradores y echar la vista atrás. Una maravilla.
¿Conclusión? No te fíes de la predicción de tiempo y madruga mucho. Cuanto antes subas más posibilidades tienes de tener buen tiempo (en nuestro caso fue al revés, ya que el día fue a mejor en lugar de a peor), pero tuvimos la suerte de hacer el camino sin gente y de ver el cráter humeante a pleno sol y casi solos. Nada más que por eso merece la pena el madrugón.
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Hell-Bourg y la costa este hasta el volcán Pitón de la Fournase